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martes, 23 de junio de 2015

Mixing Politics and Religion is like mixing Banking and Values

While I'm not one for mixing politics with religion, I find it interesting to see the recent Encyclical from Pope Francis, Laudato si' on Care For Our Common Home. And I find the parallel of banking on values or as I like to call it, values-based banking, an interesting, inspiring and let's face it, ironic but related theme.  
Pope Francis has challenged the world to act on the greatest threats facing the human family today, as he puts climate change, growing global inequality and the destruction of biodiversity down to a world which has put profit and the drive for relentless growth above all other considerations.
I'd imagine that l, like most people who have heard about the Pope's message, agree that it's time for change. And it's true of the banking system too. Since the financial crisis, there has been a growing awareness of the need for a paradigm shift in the banking and financial industry. We know that we have the power to influence the environment by systemic and  personal shifts in behaviour; I argue that the same is true of our personal power to influence the word economy and the financial system; by choosing where we bank, and what we put our money into. Of course we need to change the operation of banking too but that's another blog!
I'm getting to see it day after day in my role as Executive Director of the Global Alliance for Banking on Values (GABV). We're an independent network of banks and banking cooperatives with a shared mission to use finance to deliver positive economic, social  and environmental impact. Values-based banking is more then just corporate social responsibility, it's about re-framing banking so that it is put back in the hands of the people and back in service of the people, organisations and communities banks serve. 
It's not a new concept but it's growing in popularity. This month alone we announced three new members to the Alliance, First Bank of DC (USA), Ekobanken (Sweden), and Southern Bancorp (USA), which bring us to a group of 28 banks, representing 30,000 co-workers, and 20 million clients across countries in Asia, Africa, Australia, Latin America, North America and Europe, committed to turning the banking model on its head. We are actively partnering, collaborating, and strategising to find all of the ways banks and banking cooperatives can use their resources, people and capital to strengthen the 'human family" and the planet. 

miércoles, 27 de mayo de 2015

Public Regulations or a Better Corporate Governance?

It is wellknown that capitalism can not be left on its own without some rules that might appease its darker face.

In the past decades and, in different industries, we have seen the effects of too a loose regulatory system that has played its role in the birth of bubbles and in the growing inequalities we are suffering. It is obvious that public regulations in general need to improve to avoid pathological evolution of some sensitive industries such as energy, telecommunication and finance.

But what we find now is not necessarily a better regulatory system but an increasing regulatory burden that does not always cope with the real underlying issues of the quality of Corporate governance.

An excessive and inadequate regulatory burden to avoid systemic risks in any industry, might become a risk in itself. That’s why regulations should be very much focused on guaranteeing a proper balance in Corporate Governance, the existence of countervailing bodies within the companies so that the actions of the executive teams can be adequately supervised and fostering that the profile of the persons in charge of both, the executive teams but also the supervisory bodies, have the right experience and the adequate personal values and moral convictions.

Luckily, lots of companies in many different sectors in the world, are already sticking to the best practices of building a solid governance model with constructive countervailing powers. These kind of companies are normally also very much aware of the need of hiring the best professionals and supervisors, not only in what respects to their knowledge and experience but also in what regards to their personal values and ethical behaviors.

These companies do not need so many regulations because the way they look at their economic role in society is already based on ethical values and they understand that there is no better regulation that the one that starts with their own governance model. Policy makers should consider those companies as role models and not as threats to the mainstream thinking.


lunes, 16 de junio de 2014

De los objetivos, de la vida y de la empresa

Vivimos en un mundo en el que todos estamos condenados a luchar por conseguir objetivos. Es importante o nos han hecho creer o nos hemos creído que es importante tener objetivos. En cualquier caso, mi impresión es que es mejor fijarse objetivos que no hacerlo ya que, en nuestro mundo occidental el que no es capaz de fijarse objetivos acaba siendo secuestrado por los objetivos de otros.

Vive tus propios objetivos o acabarás siendo rehen de los objetivos de un tercero. Es tan cierta esa frase como que la muerte y los impuestos existen. Sin embargo, no voy a hacer una defensa a ultranza del papel de los objetivos en el ser humano sino que preferiré disertar sobre qué entendemos por objetivos, cómo son estos y cómo deberían ser en un entorno organizativo.

En el mundo empresarial no hablar de objetivos es casi un anatema. A veces me pregunto si podría gestionarse una compañía sin hablar para nada de objetivos. Estoy seguro que sí, por lo menos yo lo he probado con cierto éxito. Pero dejaré este debate para otra ocasión. No crean por ello que soy una especie de antisistema,  debo reconocer que no soy contrario a la dirección por objetivos y a la existencia de los mismos como cemento que aglutina las voluntades en las empresas.

Y ahí tenemos el punto clave con el que muchas empresas entran en contradicción: “el objetivo como cemento que aglutina las voluntades”.  Cuando los objetivos, entre otras palancas de que disponen los gestores empresariales, actúan como ese cemento aglutinador, vamos bien. Estamos entonces utilizando los objetivos con una finalidad que está por encima de la de la descripción de las metas cuantitativas o cualitativas a conseguir. Nos encontramos ante una utilización sana del término. Pero el problema se da cuando el objetivo no ese cemento aglutinador y tan solo sirve para que nuestros colaboradores se lancen en pos de su consecución convertidos en meras jaurías que actuán por miedo al castigo o en búsqueda de la recompensa. Ese objetivo sin significado es una herramienta que puede acabar siendo perversa.

Cuando el objetivo es un objetivo entendido en profundidad por los colaboradores, y compartido sinceramente por estos, cuando hacen suyos los objetivos de la empresa o del departamento, los colaboradores no se sienten secuestrados por los objetivos de un tercero sino que los sienten como suyos propios y buscan su consecución más allá de la recompensa o del castigo. Las metas de la compañía y las de cada individuo se acaban mimetizando y siendo dos caras de una misma moneda. No se entienden la una sin la otra.

Pero en las escuelas de negocio nos han enseñado que los objetivos deben ser SMART, el acrónimo en inglés de simple, medible, alcanzable, realista y definido en el tiempo. Sin embargo me pregunto si esa definición sencilla nos da una idea certera de qué debe ser un objetivo, tanto a nivel vital como organizacional.

Habrán adivinado mi respuesta: evidentemente no. Un objetivo debe formularse de forma tal que conduzca a una acción consciente desde la razon y desde el corazón. Un objetivo que sea empresarialmente potente no debe basarse solamente en el premio o en el castigo y no debe convertirse en una arenga tecnocrática e ilustrada.

Los criterios S.M.A.R.T. de defición de objetivos son correctos pero tan solo nos desvelan una dimensión del objetivo: el QUÉ. Los modelos de gestión verdaderamente potentes, basados en valores y con un sentido profundo de la comunidad empresarial, diseñan objetivos tridimensionales siguiendo un modelo Q-PQ-I.

Las tres dimensiones de los objetivos en los modelos de dirección basados en valores son:
-       el QUÉ, la dimensión más racional y en la que los métodos tradicionales siguen siendo válidos, nos define de forma detallada y preparada para la acción aquello que se quiere alcanzar,
-        el POR QUÉ (y el PARA QUÉ), ancla al QUÉ en los valores de la compañía, en su dimensión social y no solo económica y se esfuerza en buscar las razones profundas y los motivos que provoca que tenga sentido que busquemos lo que buscamos,
-       las IMPLICACIONES, para los diferentes stakeholders y en referencia a la misión y a los valores organizacionales que presentan los diversos escenarios que pueden darse. Cuáles con esas IMPLICACIONES si se consiguen los objetivos planteados, si no se consiguen o si se consiguen parcialmente.

Las empresas basadas en valores y las empresas que dicen ser socialmente responsables necesitan poner en marcha modelos de negocio basados en objetivos Q-PQ-I. Las implicaciones son enormes, tanto en términos de profundización en los valores como en la presión que se pone sobre la alta dirección y sobre la cadena de mando al tener que utilizar los objetivos desde un trinomio revolucionario: POR QUÉ – QUÉ - COMO, sustituyendo así al tan habitual binomio QUÉ – CÓMO.

Un cambio aparentemente tan simple requiere de un modelo de gestión muy diferente, basado en valores profundos y arraigados en la organización. También requiere de un perfil de directivo distinto, mucho más implicado con el proyecto organizativo y mucho más consciente de su papel en una verdadera comunidad de intereses que es en lo que se convierte la empresa basada en valores.


martes, 21 de enero de 2014

La empresa basada en valores como antídoto de mortandad


La empresa basada en valores o Empresa 3.0 muestra un comportamiento solidario y responsable para con el resto de la sociedad y hace todo lo que esté en su mano para facilitar que el resto de sistemas con los que se relaciona sean sostenibles. Además aplica esas políticas de forma transversal en toda la empresa, desde la gestión de la marca, al modelo de gobierno (governance) de la empresa y a la estructura financiera. En el fondo esos aspectos se transforman en comportamientos antifracaso. Por ejemplo el hecho de que la empresa basada en valores se plantee el reto de influir en que todos los sistemas con los que se relaciona sean sostenibles y, por tanto, que compartan esa misma cultura de sostenibilidad, se transforma en un filtro perfecto de calidad empresarial, social y humana para aquellos socios comerciales que toda empresa requiere y que, de ser mal escogidos, podrían tener consecuencias negativas para la misma. De la misma forma, el hecho de que la sostenibilidad se aplique transversalmente a toda la empresa, incluido a sus sistemas de gobierno, parece asegurar que existan sistemas más equilibrados de toma de decisiones que incorporen a directivos, propietarios y trabajadores, de manera tal que se asegure un funcionamiento sensato y que minimice los riesgos.

Por lo visto hasta este momento parece una hipótesis aceptable que una empresa que cumpla de forma bastante aproximada con los criterios que definen a la Empresa 3.0 tiene menos probabilidades de tener problemas graves o de fracasar. Ello es así porque se trata de una empresa que reune las siguientes características:

  •     Es humilde, ajusta su crecimiento a sus verdaderas posibilidades y a una visión racional de la evolución del Mercado. No construye castillos en el aire ni se comporta de forma arrogante malinterpretando pasados éxitos y sobrevalorando capacidades.
  •       Es austera y presenta una política de costes muy flexible y muy adecuada para dar respuesta a situaciones diversas de Mercado.
  •        Es sincera y de fiar. Su relación con los clientes es honesta y transparente y de ahí surge su principal credibilidad. Incluso con los competidores tiene tendencia a adopter una postura de cooperación siempre y cuando sean también empresas que compartan esa vision sostenible de las cosas.
  •       Es prudente y mide los riesgos porque, aunque el riesgo es consustancial a la actividad empresarial, entiende que el riesgo no solo lo corren los accionistas sino que decisiones desacertadas o temerarias, aunque puedan dar dividendos, ponen en riesgo, no solo a los accionistas, sino a todos los stakeholders de la compañía.
  •           Observa a la sociedad con templanza, entiende los problemas de la condición humana y se convierte en un actor que quiere contribuir a mejorar las relaciones sociales desde una vision empresarial.
  •             Es autosuficiente, en el sentido de que no necesariamente busca compararse con los demás ni medir su éxito en relación a las cifras o resultados que puedan presentar otras sociedades. Entiende que el éxito está en superarse a sí mismo en la profundización 3.0 de la relación con el cliente y no le obsesionan los retos a corto plazo. Tan solo el mantener sus criterios con firmeza asegurará unos mejores resultados financieros en el largo plazo.
  •        Es eminentemente proactiva y, muy consciente de su papel como actor económico, siempre está buscando formas y maneras innovadoras de cumplir con su papel social. Para ello no duda en comportarse de forma cooperativa en lugar de hacerlo de manera competitiva.

Esas virtudes que presenta la Empresa 3.0 se distinguen perfectamente de la mayoría de comportamientos nocivos endógenos que suelen acabar provocando problemas graves o incluso el fracaso de las mejores organizaciones.

Podríamos definir esos comportamientos nocivos como los “siete pecados capitales” que ya fueron descritos en el siglo VI por el Papa san Gregorio Magno (circa 540-604) quien tras revisar trabajos previos de otros eruditos de la teología, confeccionó una lista propia definitiva de los principales vicios achacables a la especie humana y reducía los mismos a siete. Los famosos “siete pecados capitales” que tan conocidos son entre la sociedades de ascendencia cristiana y que, igual que afectan a las personas, también pueden afectar a las organizaciones: Lujuria, Pereza, Gula, Ira, Envidia, Avaricia y Soberbia.


En próximos posts definiremos como cada uno de esos pecados se aplica y se vive en el mundo de las empresas.

martes, 7 de enero de 2014

El cáncer oculto en las organizaciones

Visionando recientemente un video de Jim Collins, excelente comunicador y experto en gestión empresarial, hacía él mención al cancer que padeció su esposa, felizmente superado y hacía ciertos paralelísmos a la relación de esta enfermedad con la situación de determinadas organizaciones. El video de Collins me hizo reflexionar sobre mi propio caso. Hace algo más de un par de años me fue diagnosticado un cancer de colon. Fuí operado con éxito y durante seis meses fui sometido a quimioterapia preventiva. Debo decir que hoy estoy muy bien y de regreso completo a una vida normal en todos los aspectos aunque, dado que el tiempo transcurrido no es todavía suficiente, no puedo afirmar que esté totalmente curado.

Pero lo que me ha llevado a establecer los paralelismos con el caso de la esposa de Collins y con la situación de algunas organizaciones es el echar la vista atrás. Tan solo tres meses antes de ser diagnosticado, como solemos hacer anualmente con un grupo de amigos con el que comparto reflexiones y debates pero también gimnasio, salidas en bicicleta de montaña, ski y actividades deportivas en general, pasamos unos días haciendo una travesía pirenáica con BTT entre la ciudad francesa de Carcasonne y Barcelona. Fueron tan solo unos pocos días pero les aseguro que me sentía fuerte y potente. La salud, o al menos eso creía yo, rezumaba por todos los poros de mi piel. Franqueaba sin dificultad las cuestas más difíciles, pedaleaba durante horas sin descanso, con fuerza, siempre al frente del grupo. 

Pero desde luego, esa imagen externa de fuerza, de salud y de potencia, no se correspondía para nada con el grave problema oculto que, hoy lo se con seguridad, desde hacía ya bastante tiempo se gestaba en mi interior amenazando con destruirme.  No quiero ser agorero ni pesimista pero es cierto que la persona aparentemente más sana, más fuerte y en mejor estado de forma, puede estar gestando sin saberlo cualquier enfermedad incluso grave sin que ello afecte, en una primera fase, a sus exhibiciones de fuerza y de vitalidad.

Y como podrán adivinar, si eso puede pasarle a las personas, sin lugar a dudas puede pasarle a las organizaciones. Estoy seguro de que mis lectores conocen compañías cuyas cifras de ventas siguen incrementándose, que siguen organizando convenciones y mostrando signos externos de Fortaleza, cuya generación de flujo de caja mantiene un tono saludable, que sigue contando con la confianza de sus clientes, etc.  Pero lo que sin embargo es difícil de observar a simple vista salvo que uno investigue en detalle y se infiltre en las filas de esa empresa, es si se está empezando a caer en la arrogancia, si determinadas decisiones empresariales, cuyo impacto se suele ver a medio plazo, no están amparadas por una razonable prudencia, si la excesiva confianza en las líneas de productos existentes está mermando el necesario espíritu innovador, si no se está prestando suficiente atención a los equilibrios y a la justicia interna y decisiones que afectan a los empleados empiezan a afectar negativamente al clima laboral, etc., etc.

Las organizaciones más exitosas, fuertes y sanas pueden estar gestando en su interior una enfermedad demoledora sin apenas darse cuenta de que ello está ocurriendo. Sin ser capaces de entender que las cosas no están yendo tan bien como parecen y sin visualizar que necesitan dar un giro de 180 grados antes de que la situación se complique de forma irreversible.  Los casos que analiza el libro “Por qué fracasan las organizaciones” son, como ocurre en la gran mayoría de situaciones, casos de empresas y organizaciones que actuaron de forma no sostenible consciente o inconscientemente. Casos de organizaciones que no supieron actuar a tiempo y que, cuando se dieron cuenta del problema, a veces ya era demasiado tarde para rectificar.

Es cierto que las circunstancias del Mercado en ocasiones son duras y complican la vida diaria de las compañías pero también es verdad que cuando una empresa sigue una política en la que la sostenibilidad es una referencia importante e impregna la cultura organizacional, va a tener más resortes y fortaleza intrínseca para sobrevivir a vaivenes del Mercado y a situaciones de dificultad. La empresa sostenible es una empresa con una mayor resistencia ante los avatares y con una nueva solvencia.  Es una empresa social, porque tiene en cuenta de forma honesta y sincera el impacto de su actividad en el ser humano, tanto hacia sus stakeholders internos como hacia los externos. Ello hace que en tiempos de dificultades le sea mucho más sencillo buscar la complicidad de esos stakeholders para superar las situaciones más diversas. Es una empresa flexible, porque acota los riesgos tanto en sus políticas de marketing como de costes o financiera, adoptando siempre una estrategia prudente, versátil, de “junco”. Como consecuencia de todo ello es una empresa solvente, entendiendo la solvencia no solamente como la necesaria solidez financiera que da resistencia a las compañías sino como algo más holístico, solvencia financiera, solvencia en las relaciones humanas externas e internas, solvencia en la estructura de costes y solvencia en las estructuras organizativas. En ese tipo de empresas también existe peligro de fracaso pero, créanme, su tasa de mortandad es infinitamente menor que la de aquellas que no practican esas políticas.