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martes, 12 de abril de 2016

Cuando la política monetaria no es suficiente

No hace demasiado nos despertamos con la noticia de que el Banco Central Europeo había bajado los tipos de interés hasta el 0% y, entre otras medidas, había incrementado su programa mensual de compra de deuda hasta en 20.000 millones de euros adicionales incluyendo además en el mismo, determinadas emisiones de deuda privada,

Esas medidas tienen el objetivo de dinamizar la actividad económica, insuflar liquidez en el circuito bancario para animar la concesión de crédito y combatir las tendencias deflacionistas.

Pero, ¿es acaso siempre la solución a los males que aquejan a nuestras economías el recurrir a este tipo de política monetaria? ¿Cuántos años llevamos, y no solo en Europa, recurriendo a esta clase de medidas sin acabar de salir del bache en el que nos encontramos?

La política monetaria puede ayudar a ganar tiempo con el fin de implantar otro tipo de reformas de mucho más calado pero, cuando se convierten en casi el único recurso, sin acudir a otro tipo de políticas sociales y fiscales, o sin que el cambio de comportamiento de los diferentes agentes económicos pueda jugar un papel, con independencia de lo que hagan o dejen de hacer los gobiernos, a los que tanto nos fiamos, la política monetaria puede acabar convirtiéndose en una bomba de relojería.

En los años previos a la crisis vivimos un largo tiempo de intereses reales negativos y ello solo provocó que se hincharan, hasta explotar, burbujas especulativas de todo tipo. Ahora no tenemos técnicamente, tipos de interés negativos pero si tenemos psicológicamente, tipos históricamente bajos. Además, las enormes inyecciones de liquidez que van a parar al sistema bancario en buena  medida, engordando artificialmente el balance de los bancos centrales, no están sirviendo para impulsar el crédito productivo y pueden acabar impulsando, más tarde o más temprano, nuevas e inesperadas burbujas e incrementando más, si cabe, el ya abultado endeudamiento global.

¿Hasta cuando podemos esperar que los bancos centrales continúen engordando artificialmente su balance sin que ello acabe pasando una dolorosa factura a la economía real?

El verdadero problema estriba en el deficiente funcionamiento del sistema capitalista, que no se soluciona solo por la aplicación de más controles y con más intervención pública, y que acaba  manifestándose en forma de una creciente desigualdad, tanto entre diversas zonas del globo como dentro de un mismo país, provocando una desaparición paulatina de las clases medias que son las que alimentan al sistema y la desactivación del ascensor social que le dota de dinamismo.

El sector público poco puede hacer para abordar este problema por razones diversas. En primer lugar porque al ser un problema global requeriría de una gobernanza global que no existe y que está lejos de existir. En segundo lugar porque, aunque se pudieran implementar medidas a nivel nacional o supranacional, los políticos actuales acaban recurriendo a las mismas viejas recetas de siempre, incrementando la presión fiscal, los controles y las normas, con lo que acaban limitando la creatividad y la iniciativa. Y, por último, porque en la mayoría de países existe tal déficit de legitimidad democrática, que, aunque las dos razones anteriores pudieran soslayarse y se pudiera avanzar de alguna forma, el necesario consenso social sobre medidas drásticas y profundas, sería casi imposible de conseguir.

La historia nos dice que las realidades cambian cuando las sociedades avanzan y progresan forzando a los poderes públicos a reinventarse y adaptarse a los nuevos tiempos. Necesitamos un cambio profundo en la conciencia de los individuos y de las empresas que nos lleve a una manera distinta y humanista de interpretar las relaciones económicas. Cuando los consumidores piensen más allá de su "función de utilidad" a la hora de consumir y cuando las empresas vean más allá de su cuenta de resultados a la hora de enfocar sus actividades productivas, estaremos sentando la  primera piedra de un necesario cambio de paradigma,


Mientras esto no ocurra y los ciudadanos no tomemos las riendas, podemos seguir esperando a que el continuo crecimiento de la política monetaria nos vuelva a jugar una mala pasada y tengamos que volver a lamentarnos por nuestra mala cabeza.

lunes, 19 de octubre de 2015

Un modelo de banca para salvar nuestro planeta: ese “pálido punto azul”.

El próximo jueves , día 22 de octubre de 2015, celebramos, la segunda edición anual del día mundial de la banca con valores (#BankingOnValues), auspiciado por los 27 bancos miembros de la Alianza Global para una Banca con Valores (www.gabv.org) y por otros socios estratégicos en los cinco continentes.

Algunos se estarán planteando qué hacen unos banqueros celebrando algo como “el día de la banca con valores”. ¿Qué demonios es eso? ¿El negocio de la banca no tiene que ver con ganar dinero?

La respuesta es no. Ese no es y no debería ser el negocio de la banca.


Todos los seres humanos de este planeta, con independencia de nuestras creencias, de nuestra nacionalidad de nuestra raza, de nuestra profesión o de nuestro sexo, tenemos una obligación para con el resto de la humanidad y para con la tierra que nos alberga. Ese planeta que la famosa fotografía, titulada “Un pálido punto azul”, tomada por la sonda Voyager I en febrero de 1990 desde seis mil millones de kilómetros de distancia, muestra perdido y solitario en la inmensidad de un universo grandioso que debería convidarnos a la humildad y a la reflexión.

Todas los seres humanos: agricultores, ingenieros, comerciantes, enfermeras o banqueros, compartimos esa responsabilidad. Responsabilidad que, en el caso de los banqueros, como en el de cualquier otra persona, no es la de conseguir cada vez mayores beneficios o mayores ingresos, sino la de dejar un mundo mejor para las próximas generaciones, un mundo más justo, una tierra más limpia, y hacerlo, en nuestro caso, desde la actividad propia de la banca.

Los beneficios y el valor para el accionista no pueden ser más que consecuencias de ejercer esa responsabilidad primaria. No podemos “hacer el bien” los fines de semana y “hacer negocios” durante los días laborables. Todos deberíamos tener siempre a mano la  fotografía tomada por la sonda Voyager I para recordarnos quiénes somos, para visualizar nuesra fragilidad e insignificancia.

Por eso este año, el jueves 22 de octubre, los más de 30.000 banqueros de la GABV, 27 miembros, distintos asociados, reguladores, políticos y público en general nos sumaremos a diversos webcast y conversaciones en las redes sociales cara a  apoyar el movimiento para una banca con valores que se pregunte “¿Por qué no toda la banca lo hace igual?” Los banqueros de la GABV lo hacemos porque queremos reafirmar nuestro compromiso con la humanidad, con la lucha contra las desigualdades y con la preservación de nuestro maravilloso pálido punto azul. Ese insignificante punto en un universo infinito, pero el único punto en el que asentar nuestra existencia.

Te invito a celebrar con nosotros el dia de la banca con valores. Sigue el hashtag #BankingOnValues y participa de nuestros debates. Explica a tus amigos y familiares que existe un grupo de bancos diferentes que ponen al ser humano muy por encima de los beneficios y que, desde la banca, trabajan por un mejor futuro para ese pálido punto azul y para aquéllos que lo habitamos.

De una forma u otra, todos somos banqueros. Dónde y con quién decidas llevar a cabo tu actividad bancaria, marca la diferencia.

En palabras del famoso astrónomo Carl Sagan:


“Desde este lejano punto de vista, la Tierra puede no parecer muy interesante. Pero para nosotros es diferente. Considera de nuevo ese punto. Eso es aquí. Eso es nuestra casa. Eso somos nosotros. Todas las personas que has amado, conocido, de las que alguna vez oíste hablar, todos los seres humanos que han existido, han vivido en él. La suma de todas nuestras alegrías y sufrimientos, miles de ideologías, doctrinas económicas y religiones seguras de sí mismas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y padre, cada niño esperanzado, cada inventor y explorador, cada profesor de moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie ha vivido ahí —en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol.

La Tierra es un escenario muy pequeño en la vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores, para que, en gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueldades cometidas por los habitantes de una esquina de este píxel sobre los apenas distinguibles habitantes de alguna otra esquina. Cuán frecuentes sus malentendidos, cuán ávidos están de matarse los unos a los otros, cómo de fervientes son sus odios. Nuestras posturas, nuestra importancia imaginaria, la ilusión de que ocupamos una posición privilegiada en el Universo... Todo eso es desafiado por este punto de luz pálida. Nuestro planeta es un solitario grano en la gran y envolvente penumbra cósmica. En nuestra oscuridad —en toda esta vastedad—, no hay ni un indicio de que vaya a llegar ayuda desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos.


La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar. Visitar, sí. Colonizar, aún no. Nos guste o no, por el momento la Tierra es donde tenemos que quedarnos. Se ha dicho que la astronomía es una experiencia de humildad, y formadora del carácter. Tal vez no hay mejor demostración de la locura de la soberbia humana que esta distante imagen de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos los unos a los otros más amable y compasivamente, y de preservar y querer ese punto azul pálido, el único hogar que siempre hemos conocido.

Banking to Save Our Planet: The Pale Blue Dot

This Thursday, October 22 2015, we will celebrate the second annual international #BankingOnValues day. The awareness campaign is supported by strategic partners, members of the public, and amplified by up to 27 member banks of the Global Alliance for Banking on Values (www.gabv.org) across five continents. One voice, with one message, on one day.

Some might wonder why a crowd of bankers are collaborating on an initiative that links banking with values. What on earth is it? Is it possible? Isn’t all banking just about taking advantage, and making money in the easiest, fastest way possible?

The answer is no. This is not and should not be the business of banking.

All human beings on this planet, regardless of creed, colour, nationality, or profession have a connection and obligation to people and planet. Portrayed as A Pale Blue Dot in the famous photograph taken by the Voyager I space probe back in February 1990, our planet, our home, looks small when compared with the vast universe. The photo inspires us to reflect upon the importance of our interdependence and connectedness. And the obligation we should have towards each other.

Whether you’re a farmer, engineer, shopkeeper, nurse or banker, we share a responsibility. This responsibility, in the case of bankers, is not about making profit at any cost, but about leveraging finance to leave a better future for the next generation: a fairer world, a cleaner planet, and a more just economy.

Profit and shareholder value shouldn’t be the only consequences of doing business or doing banking. It is detrimental and short-sighted for bankers to make a killing during the working week, and “do good’’ at the weekends.  We need to flip this on its head, and change our banking models to leverage all of our people, capital and resources to use banking to support and increase economic, social and environmental impact. Having the Pale Blue Dot photo in each of our offices might just remind us of the critical role we play in society and the obligation we need to keep in our minds.

That’s why this year, on October 22, more than 30,000 bankers of the GABV, 27 members, multiple partners, and interested policy makers, regulators and passionate public will join webcasts, and social media conversations to grow a #BankingOnValues movement that asks: “Why isn’t all banking done this way?”  Values-based bankers do it because we want to highlight our commitment to people, planet and prosperity. We do it because of our commitment to something greater. We do it for the protection of our Pale Blue Dot.

I invite you to join us on #BankingOnValues Day (www.gabv.org/bankingonvalues). Follow the hashtag #BankingOnValues and participate in our debates. Tell your family and friends that there is a group of bankers that bank in a different way, putting people before profit; working for a better future for our Pale Blue Dot.

We are all bankers, after all. Where you choose to do your banking really matters.

In the words of famous astronomer, Carl Sagan:


“From this distant vantage point, the Earth might not seem of any particular interest. But for us, it's different ….. Our imagined self-importance, the delusion that we have some privileged position in the universe, are challenged by this point of pale light. Our planet is a lonely speck in the great enveloping cosmic dark. In our obscurity – in all this vastness – there is no hint that help will come from elsewhere to save us from ourselves ...... To me, it underscores our responsibility to deal more kindly with one another and to preserve and cherish the pale blue dot, the only home we've ever known.”

sábado, 1 de agosto de 2015

Singing Our Way to Positive GDP

Just a few weeks ago I attended ​​a concert by a seniors choral society in my hometown of Badalona, Barcelona. The concert was held in a local church and was a real success. An audience of 400 spectators with 100 performers and contributors enjoyed nearly two hours of music within those ancient walls.  

It was a wonderful night. I was accompanied by my family and I also met some long-lost childhood friends. I must admit I was surprised by the quality of the concert; the energy of the room and how the mystery of the music made my mind create, imagine and dream.

So how does this relate to GDP?

Well, I’m a typical economist! Although the concert was a great experience, that brought happiness to many and a feel good factor to the community; I could not help wondering whether it actually contributed anything to the wealth of the country.

My mind was restless. Part of my brain told me that the concert did not create something new and therefore didn’t add to gross domestic product (GDP). So from a classic economics point of view, it was not adding anything to our collective national wealth.

But did that matter?

Then I thought a bit more. On the one hand the concert was free, no entrance was paid, so no income was generated. On the other hand, there was no waste (good for the environment!) and there was no net increase in economic consumption.

So what was the economic, social or environmental impact of such a lovely experience?

The conventional definition of GDP is that it improves only when there is an increase in consumption, in investment, or in government spending, or when exports show a higher performance than imports. The concert experience made me think; how important is GDP? Is it a true measure of the wealth of a community or indeed the wealth of a nation?

No consumption, investment, imports or exports occurred during that magical event but the connectivity, relationship building, and let’s face it, happiness, we felt as an audience, will probably last much longer and create a more powerful experience then buying a new smartphone or by going to dinner. And isn’t that the real point here?

We’ve evolved as a society to base prosperity and wealth on economic consumption. This is a mistake of huge proportions and it’s intrinsically tied to over consumption. So how do we rectify this, and as economists how can we be part of the solution? I suggest we need to take a closer look at what gets measured and monitored in terms of GDP, and find ways of adjusting the approach to be more holistic. As economists we desperately need to understand that the economy must serve communities and must evolve to help society achieve holistic wealth through balanced economic, social and environmental prosperity. We need to defend that and build upon it.

The concert did not probably add much to GDP but, believe me, it added a lot to happiness and community cohesion.

Maybe if we knew how to measure happiness through an evolved definition of prosperity, we could guide consumers, individuals, organisations and governments, to make better decisions on where to invest, save and spend.