miércoles, 27 de marzo de 2013

Volver a la sensatez

Para acabar el mes de marzo una acertada reflexión de mi amigo Joan Melé sobre el modelo de negocio de la banca con valores y, en líneas generales, sobre si lo que entendemos como la necesaria innovación y reinvención del mundo financiero no será ni más ni menos que una simple "vuelta a la sensatez".


Volver a la sensatez

miércoles, 20 de marzo de 2013

El vendedor de humo

Te ruego veas este breve video de animación"El vendedor de humo", son solo seis minutos y es genial.

Encuentro este corto en el blog de mi colega Luis Miguel Barral (interesante leer sus reflexiones):

http://inteligenciaetica.com/2013/03/el-vendedor-de-humo/

Al igual que a él, el video me sugiere montones de cosas. Desde el punto de vista del hombre como consumidor me recuerda aspectos como la banalidad del ser humano que busca la felicidad donde no existe, la estupidez de la sociedad de consumo, el carácter efímero de la riqueza material, etc.

Si pensamos ya no tanto en el consumidor individual sino en las sociedades afectadas por el consumismo, en el video se adivinan los efectos desestabilizadores que el consumo poco racional puede tener sobre la armonía y las capacidades intrínsecas de nuestras sociedades reduciéndolas a grupos de consumidores cuyo afán es consumir más y no a sociedades armónicas cuyo afán es crecer como tal sociedad.

Y, por último, si nos fijamos en el lado de la oferta, nos recuerda la frivolidad y falta de responsabilidad de una sociedad basada en un feroz marketing de consumo, en la falta de responsabilidad de las políticas comerciales y de venta de tantas compañías y en la falta de criterios éticos y de sostenibilidad en las políticas de lanzamiento de productos.

Pero, en fin, basta ya de palabrería. Te dejo con el video. Son solo seis minutos. Disfrútalos.


domingo, 24 de febrero de 2013

Los deditos de Blanca


Blanca es mi nieta. Tiene poco más de un año y es un encanto. Ya camina, sonríe sin parar y entre grita y balbucea intentando hablar y comunicarse así con sus mayores. Su rostro es increíblemente expresivo y es capaz de transmitir multitud de emociones: alegría, complicidad, deseo, sorpresa, picardía, cariño, tristeza,…

Ese pequeño diablillo alegra la vida de todos los que estamos a su alrededor. Cuando llega a casa desaparece cualquier atisbo de malhumor o de tensión, los problemas se desvanecen y se aplazan hasta que su ausencia nos devuelve de nuevo a la normalidad. Dicen que el ser humano nace con la alegría de la vida profundamente implantada en su ser y confiando en los demás de forma natural. Dicen que tan solo el paso de los años nos transforma en los seres adultos que somos, supuestamente inteligentes, con multitud de normas de etiqueta y de conducta, habitantes de una sociedad que, por el afán de ser competitiva, sagrada palabra que envuelve a todo tipo de actividad humana, sea o no económica, nos vuelve individualistas y desconfiados.

Tan individualistas y desconfiados que necesitamos de un sinfín de reglas, mecanismos, estructuras y sanciones para que no nos devoremos los unos a los otros. Mecanismos, estructuras y sanciones que consiguen lo contrario de lo que se pretendía y que acaban por alimentar a una sociedad anquilosada, egoísta y temerosa, ya no solo de sus congéneres sino también de las numerosas normas que se ha dado a si misma y que son casi imposibles de cumplir en su totalidad tal es la ingente carga normativa que nos abruma.

“Homo homini lupus”. El filósofo británico Hobbes, hacía suya esa conocida frase latina en su “Leviatán”: “el hombre es un lobo para el hombre” y defendía que el egoísmo es un elemento básico definidor del comportamiento humano que provoca que el hombre se dote de una serie de convenciones sociales para suavizar y corregir tal comportamiento facilitando de esa forma la convivencia.

Pero Blanca no conoce a Hobbes ni sabe que el hombre es un lobo para el hombre y sonríe confiada y alegre a todo aquél que se le ponga por delante. Es tal su inocencia que sería capaz de ponerse a jugar con el peor de los mortales quien, a su vez, probablemente fuera también muchos años ha un bebé inocente y un niño alegre y confiado.

Hay que cuidar de Blanca, y hay que educarla, aunque hacerlo a veces signifique acelerar sus pasos hacia la desconfianza para con el género humano. Pero hay algo que todavía inspira mi esperanza. Tal vez algo pueda cambiar en el futuro. Tal vez no sea imprescindible educar en una cierta desconfianza o como mínimo en una cultura de la prevención para sobrevivir. Blanca es una perfecta muestra de nuestra recién estrenada sociedad digital. Se desenvuelve con la soltura torpe de una niña de un año con todo tipo de trastos con pantalla táctil y sus deditos se afanan en pasar de una imagen a otra deslizándose nerviosos sobre el cristal en la esperanza de ver como nuevas imágenes van apareciendo y regalando sus sentidos.

Tal vez, solo tal vez, los deditos de Blanca y de todos los bebés que forman su recién llegada generación, acostumbrados desde pequeños a pasar con facilidad digital imágenes y páginas, sean capaces de pasar la perenne página del egoísmo humano, de la falta de confianza en nuestros congéneres y de su consecuencia, las sociedades excesivamente reglamentadas y ajenas a la búsqueda de la felicidad. Tal vez, solo tal vez, esos bebés de hoy conserven a lo largo de su crecimiento esa inocencia inteligente que haga posible el cambio profundo en las relaciones humanas.

Tal vez, solo tal vez. Yo siento que ya no puedo. Es tarde, estoy demasiado contaminado. Lo sigo intentando pero no se muy bien en quien confiar. Tal vez no confíe ni en mí mismo. Pero tú Blanca, tal vez estés a tiempo. Pasad página con vuestros deditos. Conseguid un mundo mejor. Nosotros no supimos. Si lo intentáis, tal vez, solo tal vez, el hombre deje de ser un lobo para el hombre.

Suerte.

domingo, 3 de febrero de 2013

Más allá de la RSC

Estarás pensado en como es posible que, precisamente durante los años en que se ha instaurado con fuerza la RSC entre las grandes empresas, estemos viviendo una crisis tan profunda en la que las decisiones de las corporaciones están en entredicho en tantas y tantas ocasiones y se adivinan como parte del gran problema que estamos sufriendo.

En "Más allá de la RSC" disecciono el qué significan en realidad estas prácticas y qué debería hacerse para ir un paso más allá y llevar la verdadera sostenibilidad a la estrategia de la empresa.


Más allá de la RSC. Mi artículo publicado en Cinco Días el 21 de enero de 2013


viernes, 18 de enero de 2013

La sociedad condenada según Ayn Rand


El 25 de junio del pasado año publiqué un post basado en la visión que, del dinero, nos presenta Ayn Rand, filósofa norteamericana, madre de la corriente objetivista, partidaria de un liberalismo puro -que no neoliberalismo-, convencida del poder del empuje individual basado en la satisfacción del interés personal pero enormemente comprometida con que ese empuje solo puede estar justificado con la creación real de riqueza. Enemiga de la regulación y del aparato estatal, Ayn Rand me provoca emociones contradictorias. Por un lado me provoca una cierta admiración por esa visión ultraliberal que requiere de empresarios de sólidas convicciones éticas y morales -no hay más que fijarse en algunos de los personajes de su novela "Atlas Shrugged"- pero por otro lado me provoca miedo porque las cosas, por desgracia, no son así y esa visión ética en el mundo de la empresa (aunque tampoco es muy distinto en el mundo de lo público) brilla por su ausencia.

Es por ello por lo que sigo opinando que la combinación de una mentalidad liberal de corte ético en lo empresarial junto con un estado democrático en lo político que, con regulaciones adecuadas para evitar desmanes en el mundo de lo económico, vela por la adecuada redistribución de riqueza, sigue siendo la mejor de las posibilidades. 

Pero no quiero alargarme sobre ello. Tan solo, en este breve post de hoy y, dadas las noticias que nos abruman cada día en casi todo el mundo, quisiera sin más dejar para la reflexión una frase de Ayn Rand extraída de su obra maestra, "Atlas Shrugged". Doy por título a la frase, "La sociedad condenada". Disfrútala y piensa.

"Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada."