domingo, 4 de noviembre de 2012

Historias de la globalización IV (La cultura)


El de hoy es el último post de una serie en la que he pretendido verter algunas reflexiones sobre la globalización. Primero lo hice desde un punto de vista genérico, incluso filosófico, analizando la globalización como un fenómeno relevante en la sociedad actual. Luego me fijé en una visión mucho más centrada en la economía y en las consecuencias económicas que para las personas tiene la globalización. En la tercera entrega me focalicé en el papel que en el mundo global está jugando la tecnología, causa y efecto a la vez del fenómeno globalizador. En mi último post sobre el tema, el de hoy, quisiera lanzar una reflexión sobre los aspectos culturales del fenómeno global, un elemento fundamental, controvertido y que se ha debatido poco.


Aquellos de mis lectores que hayan seguido esta mini saga estarán conmigo en que es difícil concluir de forma contundente, por lo menos por lo visto hasta ahora, si el fenómeno global es positivo o negativo para la humanidad. Podemos afirmar sin dudarlo que hay aspectos valiosos en lo económico y en lo tecnológico pero también es cierto que que hay otros aspectos negativos en el fenómeno de la globalización. Como casi todo en la vida, los procesos de evolución social no son ni malos ni buenos per se sino que los hacemos malos o buenos las personas y más en particular los grupos de poder que manejan los hilos e impulsan esos grandes movimientos.


Todo ello es especialmente relevante cuando se analiza la dimensión cultural del proceso globalizador que, a mi juicio, es especialmente negativa para el ser humano por lo que comporta de simplificador y de difusor de valores relacionados con una forma muy determinada de ver la sociedad. Es curioso, incluso tiene un punto de irónico, que en estos momentos históricos en los que estamos asistiendo a la pujanza creciente de nuevas grandes potencias emergentes como China, India o Brasil. En estos momentos en los que se empieza a hablar de un cierto declive de la superpotencia por excelencia, los Estados Unidos (por cierto, no acabo de compartir esas opiniones acerca del declive), estemos asistiendo sin darnos cuenta del todo, gracias a la globalización, al triunfo a nivel mundial de la cultura anglosajona; para ser más exactos, al triunfo de la forma de ver el mundo de los dos principales países de habla inglesa, el Reino Unido y los Estados Unidos.


Al igual que ocurría cuando hablábamos de tecnología, me cuesta discernir si esa “anglificación cultural” del orbe es causa o es consecuencia de la globalización. De lo que no tengo ninguna duda es de que existe. Hay muy diversos elementos que lo acreditan y que quisiera puntualizar a continuación.


  • La lengua inglesa se ha convertido en la lingua franca de nuestra era al igual que lo fue el latín durante la dominación romana de Europa, el norte de África y algunas zonas de Asia. La lengua de las potencias dominantes durante buena parte del siglo XIX y todo el siglo XX ha tenido la habilidad de constituirse en lengua de comunicación mundial por excelencia ayudada por su enorme supremacía económica y militar.
  • La teoría económica y las ciencias del management han jugado un rol imprescindible. El mundo de lo económico es hoy angloparlante. La teoría económica dominante y las ciencias del management se han gestado muy en particular tanto en el Reino Unido como en los Estados Unidos. El marketing o mercadotecnia es, casi podríamos decirlo sin temor a exagerar, un invento norteamericano. La potenciación al extremo de la sociedad de consumo y la “marketingnización” de nuestra vida diaria en la que todo hay que venderlo lo más rápido posible y al mejor precio posible es algo que ha enraizado entre nosotros.
  • Las grandes compañías globales son un ejemplo de esa forma ultra competitiva y mercadotécnica de ver la gestión empresarial. Muchas de ellas han nacido en el RU o en los EEUU, otras han nacido en otros países pero se rigen por la Biblia de las técnicas de management anglosajonas. Han sido conquistadas culturamente y con esa cultura, junto a sus homólogas norteamericanas o británicas, colonizan los diferentes mercados, tienden a que se produzca una homogeneización mundial de los gustos de consumo y también de las formas de relacionarse las personas en las unidades productivas estén en el país en el que estén.
  • La visión competitiva y no cooperativa de la sociedad. Esa visión económica y empresarial global y angloparlante se traslada a las sociedades del orbe que se imbuyen de su principal tiranía: la obsesión por competir en lugar de cooperar. Así cada vez son más los países y las culturas que han adoptado la sacrosanta norma de la competencia como único elemento que permite impulsar el progreso y se olvidan de que la competencia es sana pero solo cuando sabe mantener un equilibrio con la cooperación y con la solidaridad.
  • La concepción de la familia y de las relaciones sociales. Y por último, una concepción de la familia y de las relaciones sociales muy influida por la visión competitiva y utilitarista de las relaciones. Concepción que se está esparciendo por todo el mundo a través de industrias globales como el cine, la televisión o los medios de comunicación, dominadas por Estados Unidos y que distribuyen como norma y modelo de relación la forma de entender la familia que se tiene en aquel país.


Probablemente para estar en un verdadero mundo global necesitemos compartir una cierta cultura global, unas mínimas reglas comunes que nos permitan analizar de formas parecidas un mismo problema. El sentido común me dice que eso debe ser así pero también es cierto que eso puede empobrecer a los cientos y cientos de cultural locales que existen en el planeta contaminándolas de la cultura dominante, eliminando sus matices y, poco a poco, engulléndolas en una forma anglófila de ver la vida.


No hace falta que las élites WASP (white anglo-saxon protestant) mantengan la supremacía de sus países de origen porque esas élites se han transformado en élites globales de todos las razas y religiones pero que operan en lo económico y en lo social con la misma forma de ver las cosas desde Atlanta, París, Ciudad del Cabo, Singapur, Pekín, Delhi, Rabat, Sidney o Lima. La cultura ha traspasado la frontera de sus países y se ha instalado en el mundo. No se si Estados Unidos ha entrado en declive o no pero, lo que tengo claro es que la cultura que representa ese país cada vez es más poderosa y se está convirtiendo en la cultura dominante por excelencia.

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