Sino existiera la
banca tendríamos que inventar algo similar que cubriera la misma necesidad.
Porque la banca, desde tiempos inmemoriales, es el principal proveedor de
energía para la actividad económica, el aceite que lubrica los motores de esa actividad, la savia que la riega. Y esta necesidad existe y seguirá
existiendo mientras sigamos dentro del mismo paradigma económico en el que
estamos y, me atrevería a asegurar, continuará existiendo esa necesidad incluso
ante hipotéticos paradigmas alternativos que hoy mismo desconocemos y cuya
estructura y forma ni podemos sospechar.
PARA LA EMPRESA, FINANCIANDO
LA ACTIVIDAD DEL DÍA A DÍA.
La banca nutre de
liquidez a las empresas para que estas puedan financiar sus necesidades de
circulante y que son las que posibilitan el negocio normal en el día a día:
soportar las existencias necesarias para asegura el servicio a sus clientes y
financiar, además, el crédito que en ocasiones tenemos que otorgar a los mismos
para facilitar y posibilitar nuestras ventas. Si la banca no cumple su función
de conceder financiación de circulante, no está cumpliendo con su misión
principal como intermediario financiero y está siendo un impedimento para el
día a día de la actividad productiva.
PARA LA EMPRESA, FINANCIANDO
EL FUTURO.
Además, entre otros
agentes, la banca es responsable de aportar financiación estable a las empresas
para que, combinándolas con la aportación de financiación de los accionistas o
la autofinanciación, estas puedan abordar nuevos proyectos de inversión y de
innovación que permitan el desarrollo futuro. Si la banca no cumple con esa
función de facilitar financiación a largo plazo para las nuevas inversiones,
está poniendo en peligro el desarrollo futuro de las empresas y por tanto, de
la actividad económica en general.
PARA LOS
PARTICULARES, FINANCIANDO LA NECESIDAD DE FINANCIACIÓN DE CONSUMO RESPONSABLE A
LARGO PLAZO.
Dada la capacidad
de ahorro limitada que presenta la mayor parte de los consumidores, de no
existir la banca, estos tendrían problemas cuando llega el momento en que
necesitan enfrentarse a determinadas
adquisiciones de envergadura (el ejemplo más concreto sería el de la compra de vivienda).
La banca, desde una perspectiva responsable y, siempre teniendo en cuenta las
verdaderas capacidades del particular, tiene el deber de anticipar parte de esa
capacidad de ahorro de su cliente para que este pueda cubrir sus necesidades de
consumo a largo plazo. Si la banca no cumple con esa función, pone en peligro
la cobertura de ciertas necesidades de los clientes que, al mostrar capacidad
de ahorro a largo plazo, deciden anticipar parte de esa capacidad para realizar
inversiones responsables en determinado tipo de bienes. Al no anticiparla, la
banca además, estaría poniendo palos en la rueda de un desarrollo sostenible de
la actividad económica.
El problema actual
de parte de la actividad bancaria en muchos países es que, durante bastantes
años, esas tres funciones clave se han hecho sin prestar demasiada atención a
la necesaria sostenibilidad de las empresas, proyectos o consumidores
financiados. Es decir, sin prestar la debida atención al riesgo, imprescindible
para poder obtener rentabilidad pero cuyo control es también imprescindible
para asegurar la capacidad de devolución del dinero que los depositantes han
confiado a las entidades financieras.
Pero desde luego la
solución a los problemas de la banca no es dejar de cumplir con esas tres
funciones sino volver a hacerlo como siempre se debería haber hecho, con
criterios sostenibles y con profesionalidad.
La banca tiene un
papel fundamental en la revitalización de la actividad económica. Para cumplir
con el mismo los bancos tiene que fortalecer sus balances y asegurar la profesionalización
de sus estructuras con personas responsables, con experiencia y con
conocimientos adecuados para llevar a cabo las tres funciones que hemos
indicado más arriba. Por eso, es una obligación para la banca responsable el
optimizar la cadena de valor relacionada con todo lo que está alrededor de la de
concesión de financiación en el sentido más amplio de la palabra.
1)
Siendo proactiva en la función
comercial y dedicando buena parte de sus recursos humanos a, de forma
organizada y respetuosa con el riesgo, ir a buscar demanda de crédito solvente
que podamos satisfacer.
2)
Revisando la estructura
organizativa y los procedimientos internos de aprobación de operaciones
crediticias para disminuir el “time-to-disbursement” de cualquier posible
operación desde que se realiza la primera prospección hasta que finalmente se
formaliza la facilidad y se desembolsa la misma. Todo ello sin menoscabo del
imprescindible análisis de la calidad del riesgo.
3)
Analizando los perfiles de los
profesionales que están vinculados al negocio de “lending”, asegurándonos de que
tienen las características adecuadas desde tres puntos de vista: la
proactividad comercial, la rigurosidad y las capacidades necesarias para la
correcta interpretación del riesgo, y la
constancia necesaria para el seguimiento de las operaciones y para la relación
con el cliente.
Impulsar la
concesión de financiación no solo es un deber de los profesionales de la banca
para con su entidad y para con la cuenta de resultados de la misma, es un deber
de la banca hacia la recuperación de la actividad económica en términos
generales.
Y, en cualquier
caso, si no existiera la banca, habría que inventarla.
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