La empresa basada
en valores o Empresa 3.0 muestra un comportamiento solidario y responsable para
con el resto de la sociedad y hace todo lo que esté en su mano para facilitar
que el resto de sistemas con los que se relaciona sean sostenibles. Además
aplica esas políticas de forma transversal en toda la empresa, desde la gestión
de la marca, al modelo de gobierno (governance) de la empresa y a la estructura
financiera. En el fondo esos aspectos se transforman en comportamientos
antifracaso. Por ejemplo el hecho de que la empresa basada en valores se
plantee el reto de influir en que todos los sistemas con los que se relaciona
sean sostenibles y, por tanto, que compartan esa misma cultura de sostenibilidad,
se transforma en un filtro perfecto de calidad empresarial, social y humana
para aquellos socios comerciales que toda empresa requiere y que, de ser mal
escogidos, podrían tener consecuencias negativas para la misma. De la misma
forma, el hecho de que la sostenibilidad se aplique transversalmente a toda la
empresa, incluido a sus sistemas de gobierno, parece asegurar que existan
sistemas más equilibrados de toma de decisiones que incorporen a directivos,
propietarios y trabajadores, de manera tal que se asegure un funcionamiento
sensato y que minimice los riesgos.
Por lo visto hasta
este momento parece una hipótesis aceptable que una empresa que cumpla de forma
bastante aproximada con los criterios que definen a la Empresa 3.0 tiene menos
probabilidades de tener problemas graves o de fracasar. Ello es así porque se
trata de una empresa que reune las siguientes características:
- Es humilde, ajusta su crecimiento a sus verdaderas posibilidades y a una visión racional de la evolución del Mercado. No construye castillos en el aire ni se comporta de forma arrogante malinterpretando pasados éxitos y sobrevalorando capacidades.
- Es austera y presenta una política de costes muy flexible y muy adecuada para dar respuesta a situaciones diversas de Mercado.
- Es sincera y de fiar. Su relación con los clientes es honesta y transparente y de ahí surge su principal credibilidad. Incluso con los competidores tiene tendencia a adopter una postura de cooperación siempre y cuando sean también empresas que compartan esa vision sostenible de las cosas.
- Es prudente y mide los riesgos porque, aunque el riesgo es consustancial a la actividad empresarial, entiende que el riesgo no solo lo corren los accionistas sino que decisiones desacertadas o temerarias, aunque puedan dar dividendos, ponen en riesgo, no solo a los accionistas, sino a todos los stakeholders de la compañía.
- Observa a la sociedad con templanza, entiende los problemas de la condición humana y se convierte en un actor que quiere contribuir a mejorar las relaciones sociales desde una vision empresarial.
- Es autosuficiente, en el sentido de que no necesariamente busca compararse con los demás ni medir su éxito en relación a las cifras o resultados que puedan presentar otras sociedades. Entiende que el éxito está en superarse a sí mismo en la profundización 3.0 de la relación con el cliente y no le obsesionan los retos a corto plazo. Tan solo el mantener sus criterios con firmeza asegurará unos mejores resultados financieros en el largo plazo.
- Es eminentemente proactiva y, muy consciente de su papel como actor económico, siempre está buscando formas y maneras innovadoras de cumplir con su papel social. Para ello no duda en comportarse de forma cooperativa en lugar de hacerlo de manera competitiva.
Esas virtudes que
presenta la Empresa 3.0 se distinguen perfectamente de la mayoría de
comportamientos nocivos endógenos que suelen acabar provocando problemas graves
o incluso el fracaso de las mejores organizaciones.
Podríamos definir
esos comportamientos nocivos como los “siete pecados capitales” que ya fueron descritos en el siglo VI por el Papa san Gregorio Magno (circa 540-604) quien
tras revisar trabajos previos de otros eruditos de la teología, confeccionó una
lista propia definitiva de los principales vicios achacables a la especie
humana y reducía los mismos a siete. Los famosos “siete pecados capitales” que
tan conocidos son entre la sociedades de ascendencia cristiana y que, igual que
afectan a las personas, también pueden afectar a las organizaciones: Lujuria, Pereza, Gula, Ira, Envidia, Avaricia
y Soberbia.
En
próximos posts definiremos como cada uno de esos pecados se aplica y se vive en
el mundo de las empresas.