Estoy seguro de que a muchos de mis amigos y conocidos les
molestará este titular pero les aseguro que no es un titular baladí ni un brindis al sol. Es una frase profundamente reflexionada y
que se basa en la observación de lo que pasa a nuestro alrededor y en notables evidencias económicas e históricas.
Desde joven me he considerado "de izquierdas" aunque
nunca he tenido afinidad clara por partido político alguno.
Aunque podría decantarme por una definición académica
de lo que significa ser de izquierdas o, expresión que ha
pasado a ser sinónimo de esta en los últimos tiempos, "ser
progresista", prefiero desgranar aquí mi propia
definición que estoy seguro que harán suya muchos
de mis lectores.
Ser de izquierdas significa luchar por un mundo mejor, más
justo, más democrático y dinámico, con más altos niveles de educación y de
progreso humano sostenible, con mayores oportunidades para todos y con más
igualdad en el acceso a esas oportunidades. Un mundo en el que el bienestar del
ciudadano entendido en el sentido más amplio del término
sea el eje de la actuación de todos los actores sociales. Ser de izquierdas significa vivir
en un mundo en el que la desigualdad entre sus diferentes estratos sociales sea limitada y en el que la desigualdad que pueda existir esté motivada básicamente por los mayores méritos de unos
frente a otros. Un mundo en el que aquellos que tengan problemas serios gocen de una adecuada protección social.