Estoy seguro de que a muchos de mis amigos y conocidos les
molestará este titular pero les aseguro que no es un titular baladí ni un brindis al sol. Es una frase profundamente reflexionada y
que se basa en la observación de lo que pasa a nuestro alrededor y en notables evidencias económicas e históricas.
Desde joven me he considerado "de izquierdas" aunque
nunca he tenido afinidad clara por partido político alguno.
Aunque podría decantarme por una definición académica
de lo que significa ser de izquierdas o, expresión que ha
pasado a ser sinónimo de esta en los últimos tiempos, "ser
progresista", prefiero desgranar aquí mi propia
definición que estoy seguro que harán suya muchos
de mis lectores.
Ser de izquierdas significa luchar por un mundo mejor, más
justo, más democrático y dinámico, con más altos niveles de educación y de
progreso humano sostenible, con mayores oportunidades para todos y con más
igualdad en el acceso a esas oportunidades. Un mundo en el que el bienestar del
ciudadano entendido en el sentido más amplio del término
sea el eje de la actuación de todos los actores sociales. Ser de izquierdas significa vivir
en un mundo en el que la desigualdad entre sus diferentes estratos sociales sea limitada y en el que la desigualdad que pueda existir esté motivada básicamente por los mayores méritos de unos
frente a otros. Un mundo en el que aquellos que tengan problemas serios gocen de una adecuada protección social.
Podría extenderme más pero creo que es suficiente porque la anterior definición ya me provoca una gran desazón cuando comparo las implicaciones de la misma con lo que se interpreta como conductas progresistas o de izquierdas por parte de las formaciones políticas que se consideran como tales y por parte de muchos Estados en diversas partes del mundo, en especial en la vieja y decadente Europa.
La realidad es que, de forma muy especial en las últimas
décadas y desde el final de la segunda guerra mundial, los Estados
han ido secuestrando poco a poco a la ciudadanía y se han
hecho con el monopolio de lo que implica
el progreso con algunas diferencias, aunque no excesivamente significativas si lo miramos desde un punto de vista histórico,
cuando el aparato del Estado ha estado en manos de partidos autodenominados de
izquierda o cuando ha estado en manos de partidos de corte conservador.
En la definición que acabo de darles sobre lo que entiendo por "la
izquierda", en ningún momento me he referido al Estado, sino que me he referido a los
"actores sociales" como aquellos en los que recae la responsabilidad
de que en el centro de la actuación de la sociedad se sitúe
el bienestar del ciudadano. El Estado es sólo uno más de los actores sociales y no tiene porqué ser el principal. Sin embargo, la actuación de la mayoría de partidos "de izquierda" sitúa en el centro de su acción el incremento del papel del Estado en la sociedad. ¿Es acaso un Estado grande y fuerte sinónimo de ser "de izquierdas"?
Desde la década de los cincuenta del siglo pasado, con el pretexto de la
aplicación de un sistema democrático, que la inmensa mayoría
defendemos, en la mayor parte del orbe se está produciendo
una elefantiasis colosal en el tamaño de los Estados al adquirir
estos el quasi monopolio de esa responsabilidad, que debería ser de la sociedad en su conjunto, para conseguir el bienestar del
ciudadano. El lado oscuro de ese Estado
protector y pesado es que acaba aplastando la iniciativa individual y que pude acabar inhibiendo la naturaleza solidaria del ser humano al ser esta delegada por los
ciudadanos en los Estados.
Ese secuestro del ciudadano por parte de los Estados es hoy en día
uno de los mayores peligros de la humanidad. Se agrava con el hecho de que, al
ser la mayoría de estos Estados de corte democrático y estar
regidos por los representantes de los ciudadanos elegidos de forma
supuestamente libre, tenemos todos una falsa sensación de libertad
mientras que el enorme aparato en que se han convertido, o en que hemos dejado que se
conviertan, actúa con total impunidad amparado por la supuesta "legitimidad
democrática" y por una ingente maraña legal que
"nuestros representantes" siguen tejiendo y tejiendo para perpetuar
su función y seguir manteniendo un férreo control
sobre la ciudadanía con la excusa de que son los depositarios de la voluntad popular
y de que tienen el mandato de la protección del
ciudadano. Para protegerte te he de controlar y para hacerlo he de legislar. ¿Es ultraproteger al ciudadano una política de izquierdas”
Este post es sólo un "calentamiento" filosófico. En próximos posts
seguiremos analizando diversas dimensiones de este fenómeno.
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