Tan
solo hace unas semanas escribía en estas mismas páginas un post titulado
“Liderando en Wall Street”. Tenía pensado enfocar mi siguiente escrito hacia
algún tema diferente pero, por desgracia, los últimos acontecimientos que hemos
vivido en el mundo me han llevado a reflexionar otra vez sobre el liderazgo.
De
nuevo me sumerjo en lecturas infinitas para indagar sobre lo qué entendemos por
líder y por liderazgo y, de nuevo algo dentro de mí me arrastra a no ahondar
más en Platon, Maquiavelo o Sun Tzu y a utilizar mi experiencia y mi olfato, a
leer de los éxitos y de los fracasos en la práctica del liderazgo. Y esta vez me hago una pregunta, ¿es legítimo
cualquier liderazgo si es aceptado por aquellos que son liderados?
¿Es
legítimo un líder porque haya sido escogido por los electores, porque haya sido
ratificado por una junta de accionistas, porque haya sido nombrado por un
consejo de administración o porque lo hayan votado unas bases?
Me temo
que la respuesta a esas preguntas es muy obvia. El líder que lo es porque ha
llegado al liderazgo siguiendo procedimientos establecidos y consensuados por el
colectivo que le otorga el liderazgo, es un líder legal pero no necesariamente
legítimo. Porque el liderazgo es siempre
otorgado, en eso está la clave de su legalidad primero, y de su legitimidad,
tal vez, después.
La
legalidad del liderazgo estriba en el respeto al proceso de elección o de
nombramiento del líder. La legitimidad del líder se basa en la forma en la que
este ejerce el liderazgo, con independencia de la legalidad o no del proceso
que le ha llevado al mismo. Por ello puede haber líderes legales que no sean
legítimos y líderes que no hayan llegado al liderazgo por vías legales pero que
se han convertido en líderes legítimos. La historia está llena de todo tipo de
ejemplos de ambas situaciones.
De
nuevo ahondando en la experiencia, llevo a la conclusión de que el líder
legítimo es aquel en el que se dan tres características:
-
Abandera e interpreta el propósito de la organización que lidera forma
inclusiva y basada en valores universales,
-
Muestra un profundo respeto por la comunidad que lidera y es
consciente de que el liderazgo es otorgado y efímero,
-
Domina las técnicas de comunicación y de gestión que lo conviertan en
un líder eficaz.
Me temo
que cuando en las escuelas de negocio se debate sobre liderazgo, nos centramos
demasiado en el tercer punto y pasamos de puntillas sobre los dos primeros.
No
existe líder legítimo sino abandera un propósito claro para la comunidad que
lidera, si este propósito no es suficientemente inclusivo, si excluye del mismo
a partes relevantes de su comunidad, o si el propósito que abandera se opone a
los valores universales.
No
existe líder legítimo sino muestra respeto total a la comunidad que lidera y a
todos sus componentes, escuchando, interpretando y tomando las decisiones más
adecuadas para la mayoría de la comunidad, intentando no dejar a nadie atrás.
Y, aunque
menos relevante, no existe líder legítimo sino domina con suficiencia aquellas
técnicas que le van a permitir llevar a cabo sus funciones como líder con
eficacia y sensatez.
A veces, ser un líder legítimo no es fácil. En
ocasiones puede incluso ser una profesión de riesgo dado que puedes tener que
enfrentar al colectivo al que lideras con sus propias contradicciones y ello
puede poner en peligro tu propio liderazgo pero, créanme, jamás ha existido un
gran líder que no haya sido un líder legítimo.