Existe una gran cantidad de bibliografía sobre
liderazgo. Muchos de nosotros hemos leído todo tipo de artículos y libros al
respecto. Hemos devorado teorías y admirado biografías de aparentes grandes
líderes que, supuestamente, deberían mostrarnos el camino al éxito.
Pero algunos de nosotros, solo algunos, hemos
sido también líderes. Hemos tenido a nuestro cargo equipos de personas, de
mayor o menor dimensión, aunados en la persecución de un objetivo común. Y los
que lideramos o hemos liderado equipos durante muchos años, sabemos que, entre
la tinta escrita en los libros de management y la práctica real del noble arte
de liderar hay, en ocasiones, grandes diferencias prácticas.
Permítanme que me olvide de las teorías y me
centre en las experiencias y las sensaciones de años de liderazgo.
Para mí, liderar tiene mucho que ver con un
trabajo profundo y sin desmayo en tres ámbitos fundamentales:
- Ayudar al equipo a encontrar el sentido de nuestra misión como
empresa y de nuestro trabajo en particular,
- Predicar con el ejemplo, siendo un modelo de comportamiento, no
solo en lo profesional, sino en la manera de ver la vida y,
- Administrando las reglas del juego que rigen la vida del equipo
con un elevado sentido humanista y de la justicia.
Tal vez me esté alejando de teorías más sesudas
y complejas pero les aseguro que centrar mi ejercicio del liderazgo en esos
tres ejes siempre me ha dado buen resultado. Bueno, siempre no. Casi siempre.
En alguna que otra ocasión he tenido algún fracaso intentando aplicar mis
particulares teorías.
Porque lo cierto es que, ahora que lo recuerdo,
en algunos momentos de mi vida profesional, ese estilo de liderazgo me ha dado
verdaderos quebraderos de cabeza. Y es que, liderar de esa forma en una empresa
que tenga como objetivo central y casi único la rentabilidad y la consecución
de valor para los accionistas, en que las relaciones entre las personas se
basan principalmente en una dura competencia para ganar poder o influencia o
para conseguir ascensos, es prácticamente imposible o, al menos, muy difícil de
practicar. Puede llegar a ser un suicidio profesional salvo que tengas aliados
muy sólidos en la organización para pilotar un cambio de cultura.
¿Cómo vas a centrarte en profundizar en el
sentido social o humano de las cosas allá donde lo único que importa es el
dinero?
¿Qué tipo de ejemplo de comportamiento puedes
dar allá dónde solo se esperan codazos y enfrentamientos sutiles para ganar
poder?
¿Cómo vas a aplicar la justicia y un respeto
profundo por el ser humano allá dónde el ser humano no es más que un
instrumento para satisfacer la codicia de algunos y dónde un buen número de
esas personas se suman gustosas a ese juego letal persiguiendo una quimera
insensata?
Cada vez me es más difícil ejercer el liderazgo
en organizaciones que no tienen un claro componente social o que no entienden
el beneficio tan solo como una consecuencia de contribuir al bienestar de la
comunidad, sino que lo ven como un fin en sí mismo. Empresas que no entienden
que están al servicio de las personas y que se sirven de los recursos naturales
como si estos fueran ilimitados.
No se, pero en estos momentos no puedo
imaginarme cómo puede ser el tipo de liderazgo real (no el que nos explican en
artículos y panfletos) que se utiliza en alguno de los gigantes de Wall Street.
Tal vez prefiera no saberlo o, tal vez algún día investigue sobre ello y se los
cuente en estas páginas.