En los últimos años he dedicado buena
parte de mis esfuerzos profesionales al campo de la gestión de los
recursos humanos y a la mejora del desarrollo y de la aportación de
las personas en las organizaciones.
Dentro de ese ámbito profesional uno
de los aspectos más estudiados y teorizados es el del liderazgo. Que
si el liderazgo situacional, que si el liderazgo emocional, que si el
lider al servicio del equipo, que si las “n” características del
lider, que si el lider del siglo XXI, que si deporte y liderazgo, que
si el liderazgo en el ámbito político, que si … En el fondo debo
reconocer que me aburren un poco todas esas teorías y
generalizaciones sobre algo tan complejo como es el comportamiento de
las personas que tienen el honor, el deber y la responsabilidad de
ser impulsores y estandartes de cualquier tipo de actividad llevada a
cabo por un grupo humano. Demasiada palabra vacía, demasiada
generalidad y demasiada obviedad. Se puede reflexionar sobre esa
función pero no hay escuelas que valgan para la misma.
Pero hoy me siento un tipo normal de
esos que hacen cosas normales y pretenden hacer de la difusión de la
obviedad su modus vivendi y quiero añadir algunos elementos de
debate a la teoría del liderazgo. Lo que ocurre es que lo quisiera
hacer desde otro punto de vista tal vez no tan ampliamente estudiado.
El de los procesos de transformación que sufren muchos líderes. Yo
lo llamo, con el permiso de mi buen amigo José Manuel Farto,
teorizador también de estas realidades, la cretinización del
lider.
Empecemos por una pregunta sencilla:
¿cómo es posible que personas tan inteligentes, sólidas, expertas
y bien formadas como las que dirigen tantas empresas, organizaciones
y países puedan caer en la mayor de las indigencias intelectuales y
cometer los errores más crasos sin cuestionarse sus acciones y, lo
que es peor, sin rectificar en los momentos en los que perciben que
los errores cometidos son evidentes?
Durante años he estado observando los
hechos alucinantes que ocurren en tantas y tantas organizaciones, el
comportamiento y las decisiones de directivos y lideres y los
estragos evidentes que muchos de ellos han causado en sus empresas a
pesar de su brillante trayectoria, su potente curriculum e incluso
su compromiso más decidido con la misión del grupo humano que dicen
liderar. Y he llegado a una conclusión clara: en la inmensa
mayoría de casos en los que el directivo perfecto ha acabado siendo
un desastre para su organización, ese individuo había pasado por un
proceso previo de “cretinización”.
El
Diccionario de la Real Academia Española define cretino como aquella
persona afectada por una enfermedad
caracterizada por un peculiar retraso de la inteligencia, acompañada,
por lo común, de defectos del desarrollo orgánico, o bien, desde un
punto de vista más general, como una persona estúpida, idiota y
falta de talento. Pero, ¿cómo puede una persona que está en una
posición de dirección, con un alto nivel de formación, una
inteligencia constatada, con una gran experiencia, etc., etc.,
transformarse en un cretino? Muy fácil: por la falta de democracia
interna en la organización que dirigen y por la rigidez de sus
estructuras que vienen normalmente acompañadas por una cierta falta
de responsabilidad y madurez en términos generales de las personas
que son objeto de su rol de dirección.
En
el fondo es muy sencillo, ponga usted a una persona capaz y brillante
al frente de un país o de una empresa. Digamos que esa organización
está dotada de unas normas y de unas estructuras bastante rígidas y
complejas de cambiar. Rodeemos a ese lider de otras personas que le
acompañan le ayudan y le dan soporte. En términos generales
hablamos de personas capaces aunque, como siempre, de todo hay en la
viña del Señor. El sistema de toma de decisiones está basado, como
suele ocurrir, en las mayorías accionariales o en la superioridad de
la jerarquía por encima de cualquier otra consideración. En ese
tipo de sistemas, los más habituales por cierto, las decisiones del
lider están validadas per se. De hecho me recuerdan mucho al origen
Divino del derecho de los monarcas absolutos a ser reyes. Soy rey
porque Dios lo ha querido así o, mi decisión no es cuestionable
porque gozo de la mayoría accionarial o porque unos estatutos o
cualquier otro tipo de papel o documento avalan mi jerarquía sobre
el resto de la organización. No existen o son muy débiles los
sistemas de contrapoder y la democracia interna es frágil o
inexistente. Adivinen lo que ocurrirá.
En
alguna ocasón el lider más capaz tomará una decisión equivocada.
Todos somos humanos. Sus colaboradores capaces más cercanos lo
advertirán e intentarán discutirlo con el lider pero los
colaboradores incapaces se alinearán con la posición del primero
cambiando
el rol de profesionales comprometidos por el de acólitos del poder.
El
lider, confuso por la diferencia de criterios en su entorno, se
reafirmará en sus posturas para dar sensación de solidez y no ver
comprometida su jerarquía dando
así un primer paso hacia su cretinización.
Poco a poco el brillante lider irá perdiendo la visión de la
realidad, confundiendo el color de esta con el color del cristal a
través del que el lider y sus secuaces la observan, cada vez con
menos voces discordantes. Con el paso del tiempo, los profesionales
capaces, hartos de soportar el proceso, irán abandonando la
organización dejando al equipo del lider convertido en un verdadero
ejército de acólitos y de profesionales del aplauso, la adulación
fácil y del tráfico de prebendas de un lider cada vez más
mesiánico. Segundo
paso hacia la cretinización.
Los
errores se irán produciendo con más profusión y la organización
comenzará a padecer problemas impensables en otros tiempos pero el
pensamiento único generado ya habrá borrado todo tipo de posible
vía alternativa de reconducir las cosas y el lider y sus acólitos
se empecinarán sin éxito en las recetas del pasado. En ese momento
habrá que buscar culpables que aminoren la culpa del líder y eso
será fácil de encontrar en aquellos profesionales capaces que
dejaron la organización por su escasa autocrítica y su falta de
democracia interna. En ese empeño se empecinará el otrora brillante
lider con el apoyo entusiasta de sus ineptos acólitos cargando las
culpas de su mala suerte en las acciones pasadas de los que ya no
están para defenderse dando
así un tercer y definitivo paso hacia la cretinización.
El
único caldo de cultivo en el que una organización de cualquier tipo
puede evitar el proceso de cretinización de sus líderes -porque
hasta el lider más brillante y capaz puede convertirse en un
insultante y peligroso cretino-
es el de una estructura en la que la ética, los contrapoderes, la
democracia interna y la relatividad del ejercicio del poder y de la
jerarquía son la norma.
Discúlpenme
si les he aburrido pero observen a su alrededor y piensen en grupos
humanos, empresas, países, partidos políticos, lo que les ocurra y
mediten si a bastantes de sus lideres no se les podría aplicar la
teoría de la cretinización. Estoy seguro de que les vendrán a la
mente rostros y situaciones y, con una sonrisa triste, me darán la
razón.
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