Pensemos ahora sobre la capacidad legislativa de los Estados.
Estos poseen el monopolio de la creación de leyes y
el monopolio de la autoridad e incluso de la violencia para hacer que estas se
cumplan para asegurar la protección del ciudadano y la estabilidad
de la sociedad. Puesto que hablamos de Estados democráticos,
tenemos que estar tranquilos porque la legislación está redactada por los representantes del pueblo y por tanto, siempre
estará orientada a conseguir el bienestar del ciudadano. ¡Falso!
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Cuando un Estado es pequeño,
de un tamaño razonable, se ocupa de cubrir sólo aquello
que es difícil que sea
cubierto por el sector privado y está regido por un sistema
verdaderamente democrático, con elecciones no dominadas por maquinarias de partido,
cercanas al ciudadano y muy centradas en el perfil de la persona que se
presenta a una elección. Un Estado donde los cargos políticos no se eternizan en su
función y observan la misma como un servicio público
transitorio y no como un "modus vivendi". En una sociedad con educación elevada y capacidad crítica y con un marketing político regulado
y limitado, es muy posible que buena parte de la legislación
sea verdaderamente positiva para la ciudadanía y sino es
así la propia presión popular y el ciclo democrático forzarán su modificación.
2 Pero si un Estado se convierte un una estructura elefantiásica per se que teóricamente debe legislar buscando el bienestar del ciudadano pero que, debido al paso del tiempo, al engorde paulatino de su cuerpo, al adormecimiento de la sociedad a la que supuestamente presta servicio y, dominada por una casta que legisla mirando siempre de reojo a su propia necesidad de perpetuarse en su sillón, no hay ninguna certeza de que la legislación que produzcan tenga sentido social real y, desde luego, puede haber serias dudas sobre la legitimidad de la misma. Un Estado que hiperregula los aspectos más nimios de la vida humana para "proteger al ciudadano", ¿verdaderamente lo está protegiendo?, ¿o lo está atontando y en el fondo, casi sin darse cuenta él mismo, está tejiendo una maraña normativa que cada vez deja menos espacio a la ciudadanía para moverse y expresarse sin la aquiescencia de ese Estado omnipresente y supuestamente democrático? ¿no estará haciendo al ciudadano más vulnerable y siempre dependiente de su protección, haciendo así imprescindible su presencia, eso sí, técnicamente democrática y justificando su existencia y su continuo crecimiento? ¿Es de izquierdas hacer más vulnerable al ciudadano?
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Podríamos
decir que uno de los objetivos de las regulaciones que emanan de los Estados es
el de promover la equidad y vigilar que el poder de los grandes agentes económicos
no se acreciente en demasía pero hasta el observador menos dotado se apercibirá de que ocurre justamente lo contrario. Al convertirse el Estado en
un actor económico gigantesco pero que necesita de la connivencia de otros agentes
económicos para perpetuarse en su función, tiene la
humana tendencia a buscar la alianza y el acuerdo con aquellos poderes con más relevancia puesto que ambos se necesitan mutuamente. El Estado
necesita de ellos para encontrar su complicidad y colaboración
en multitud de aspectos estratégicos de la misma manera que las grandes
corporaciones buscan influir en el Estado para que el trato de este hacia los ámbitos
de su interés sea más flexible y manejable. El resultado es que tenemos una sociedad
donde las regulaciones y las legislaciones son muchas y complejas consiguiendo
hacer la vida más difícil al ciudadano de a pie y al pequeño empresario
mientras que las grandes corporaciones siguen teniendo un mejor trato y, en
cualquier caso, una mayor capacidad de maniobra y de adaptación, dados sus mayores recursos, para adaptarse o buscar formas de sortear la creciente
regulación. En las últimas décadas, el creciente peso de los Estados en tanto por ciento del
peso de su actividad sobre el PIB ha ido acompañado en todo el mundo de una creciente concentración de la actividad económica
en grandes grupos empresariales. ¿Verdaderamente
un Estado con mayor peso facilita una mejor distribución de la riqueza? ¿Es
de izquierdas abogar por un mayor tamaño del Estado?
La sociedad occidental en general y Europa en particular necesita
reinventar su modelo de Estado yendo hacia un modelo que sea verdaderamente de
izquierdas porque es profundamente liberal, en el sentido filosófico de la expresión,
y con un claro componente humanista. La cuestión no es si
hemos de tener una bandera u otra o si debo o no pertenecer a un Estado o a
otro. El problema es que los Estados demasiado grandes son una fuente
inagotable de creación de conflictos que no existirían si
simplemente tuviéramos Estados más democráticos, más pequeños y con más poder en manos de la sociedad civil y del ciudadano.
En próximos posts profundizaremos en ese modelo de liberalismo humanista
y en cómo podemos realizar una transición hacia el
mismo, tránsito que, sin
duda, requeriría de más
de una generación para ser completado con cierto éxito.
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