martes, 18 de marzo de 2014

La Soberbia Empresarial


Soberbia tiene diversas acepciones según el diccionario de la Real Academia Española, entre ellas destacan las de “altivez y apetito desordenado de ser preferido a otros” y la de “satisfacción y envanecimiento por la contemplación de las propias prendas con menosprecio de los demás”.

La arrogancia o soberbia tiene también su traslación al mundo empresarial en el que podríamos definirla como “el envanecimiento causado por el enaltecimiento de las formas de hacer propias por encima de las de los demás y por encima de la más elemental capacidad de autocrítica”. La soberbia es uno de los pecados humanos por excelencia y está firmemente instalado en la realidad empresarial que es también una institución humana.

En el mundo de la empresa la aparición de la arrogancia se identifica con alguno de los puntos de inflexión del ciclo de vida de una compañía y suele ser uno de los predictores anticipados de la mortalidad. El enaltecimiento de una serie de formas de hacer porque fueron exitosas en el pasado y la idolatría de las mismas sin darse cuenta de que las cosas que funcionaron una vez y fueron clave para el éxito no tienen porqué funcionar siempre, es una conducta potencialmente mortal. Además, a medida que una empresa avanza en su ciclo vital, las recetas y formas de gestión a adoptar son necesariamente distintas.

También la soberbia empresarial está muy vinculada a otros de los pecados capitales y puede asociarse con facilidad a la ira o a la lujuria. El comportamiento soberbio es diametralmente opuesto a lo que se espera de una empresa basada en valores ya que esta es una comunidad humana de intereses. Esta comunidad humana es equilibrada y busca satisfacer las necesidades racionales de la sociedad. La empresa afectada por la soberbia no es equilibrada ya que la arrogancia nace de alguno de los stakeholders, normalmente propietarios y/o directivos y acaba imponiendo su patología al resto de la organización. La Empresa 3.0 tiene que ser, por definición, humilde en el sentido más positivo del término ya que la humildad empresarial te permite ser receptivo a tu entorno, estar atento a los riesgos, ser prudente y aprender.

La soberbia se aprecia en conductas propias de empresas de largo recorrido o de no tan largo recorrido pero que han vivido algunos éxitos remarcables. Suele estar muy vinculada a personajes supuestamente carismáticos o a equipos de gestión muy arraigados que han capitaneado algún momento positivo o supuestamente positivo. La soberbia impide reconocer lo bueno que se puede estar haciendo en otros lugares y es una barrera psicológica de primer nivel para reconocer los propios errores y aceptar la necesidad de cambio y es, por ello mismo, un acelerador de la mortalidad. No hay modelo de negocio, por bueno que este sea, que mil años dure.

La conducta empresarial soberbia tiene también sus riesgos colaterales ya que la práctica indiscriminada de la misma acaba minando la credibilidad de la compañía ante los stakeholders y porque el comportamiento arrogante suele degenerar en falta de objetividad al basar todas las decisiones en un solo pilar, lo bien que lo hicimos en el pasado, y no en diversos pilares que es lo que haría una Empresa 3.0. Por otro lado, la soberbia es muy fácil de contagiar entre los colaboradores que pueden pasar de sentir un legítimo orgullo de pertenencia a practicar un seguidismo sectario, al igual que ya nos pasaba con anteriores pecados, que hace extensible en toda la organización un comportamiento miope y falto de objetividad. Un peligro totalmente diferente de la soberbia es que produzca un alejamiento entre una élite directiva cegada por la misma y una buena parte de colaboradores que, menos afectados por ese peligro y más cercanos a la realidad, se distancien y empiecen a cuestionar abiertamente las decisiones de la cúpula provocando un quiebre en la cohesión empresarial.

La soberbia empresarial, por último, es un factor multiplicador del riesgo porque el empresario arrogante, absolutamente seguro de sí mismo y encerrado en la altivez de su visión de las cosas y como imbuido por una especie de infalibilidad divina, es capaz de promover todo tipo de acciones y de negocios basados en premisas y modelos de otros tiempos o insuficientemente contrastados solo apoyado en la seguridad ciega de su supuesta capacidad y de los éxitos del pasado. Ese comportamiento soberbio e imprudente es totalmente opuesto al que debe presentar una Empresa 3.0.



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