martes, 1 de abril de 2014

La Envidia Empresarial


El Diccionario de la Real Academia Española define la envidia como la “tristeza o pesar del bien ajeno”, o también como la  “emulación, deseo de algo que no se posee”.

El mundo de la empresa no es ajeno a este pecado que se presenta de muy diversas formas aunque tal vez pudiéramos definirlo como la “necesidad enfermiza de emular o reproducir actuaciones del entorno sin atender a la prudencia, a los principios ni a las limitaciones propias”.

Muy diversos ejemplos pueden ayudarnos a comprender esta patología. Recuerdo que en 2009, en el tercer año de la actual crisis, estaba conversando con un alto directivo de un gran banco y le preguntaba como era que su cartera de préstamos a promotores inmobiliarios había crecido de forma tan desmesurada en los últimos ejercicios cuando la política tradicional de la entidad a la que representaba había sido siempre mucho más equilibrada y prudente en términos de concentración sectorial y de actividades a la hora de prestar.  Su respuesta no dejó lugar al equívoco. Eran conscientes de que se estaba entrando en un cierto desequilibrio del balance pero no podían quedarse atrás. Todos los demás competidores lo estaban haciendo y de no haberlo hecho su beneficio a corto plazo se hubiera visto afectado y los mercados bursátiles les hubieran penalizado.

Sobre todo en las grandes compañías la “envidia empresarial”, en el sentido en el que la estamos definiendo aquí, es uno de los grandes pecados puesto que está presente en las servidumbres psicoempresariales que tienen los que cotizan en mercados organizados. Que si mi pay-out está por debajo de la media sectorial, que si en el último informe de los analistas el crecimiento de mis ventas está por debajo del esperado, que si el porcentaje de mi EBITDA generado fuera del mercado doméstico está por debajo del de mi principal competidor, etc., etc.

No podemos confundir la necesidad de compararnos con lo que está pasando fuera y con lo que están haciendo otros, lo cuál es positivo por el efecto aprendizaje, reflexión y posible mejora, con la servidumbre de mediatizar en exceso nuestra estrategia y nuestras políticas por lo que pasa a nuestro alrededor perdiendo así autenticidad y perfil propio en aras a la satisfacción de un mercado financiero de exigencias cortoplacistas y poco vinculadas con el equilibrio y con el largo plazo. No podemos hacer lo que reza el dicho popular, “si culo veo, culo quiero”, sino que más bien podríamos preguntarnos lo que reza otro conocido dicho, “si ves a tu vecino tirarse por la ventana, ¿te tirarás tu también?”

La envidia empresarial va contra la definición de empresa basada en valores o 3.0. En esa definición decimos que la Empresa 3.0 hace todo lo que esté en su mano para facilitar que el resto de sistemas con los que se relaciona sean sostenibles. Evidentemente, una empresa que padece de “envidia empresarial” no solo no practica esa máxima sino que con su comportamiento sistémico pone en peligro no solo su propia sostenibilidad sino que tampoco da el ejemplo adecuado a todos aquellos con los que se compara y que, desafortunadamente, acaban marcando su gestión.

La envidia empresarial está cercana a otros pecados capitales y también provoca peligrosos defectos culturales ya que la observación competitiva del entorno desde un punto de vista patológico y no constructivo acaba creando una insatisfacción permanente que se enquista en la compañía porque, por bien que hagamos las cosas, siempre habrá en el Mercado alguien que lo haga mejor o que parezca que lo haga mejor. La envidia empresarial es uno de los principales generadores de pensamientos y conductas de tipo cortoplacista.



No hay comentarios: