Definiremos pereza como la “negligencia,
tedio o descuido en las cosas a que estamos obligados”, o también como la “flojedad,
descuido o tardanza en las acciones o movimientos”.
La pereza empresarial a la que podríamos definir como la escasa proactividad de movimientos ante lo
que ocurre a mi alrededor o también y, tanto o más preocupante, como la paralización en la toma de decisiones
ante situaciones evidentes porque, simplemente, se alejan de la costumbre y
“siempre lo hemos hecho así y nos ha ido bien”, es un pecado empresarial
letal. La pereza va en contra de la
definición de una empresa basada en valores puesto que esta lleva la
sostenibilidad en su ADN y la sostenibilidad está íntimamente ligada a la
adaptabilidad. Una empresa de base ética es sostenible y adaptable a la
realidad cambiante porque tiene una deber de continuidad para con sus
stakeholders y ello implica moverse rápido para estar siempre a la cabeza y no
a la cola de la evolución de la sociedad.
Como no, la pereza suele estar relacionada con otros
pecados capitales, porque difícilmente estos se presentan de forma aislada.
Así, toma formas tales como la obstrucción, por parte de los poderes fácticos
de la compañía, de movimientos de modernización de los sistemas de gestión o de
cambios en puestos de relevancia, la paralización de iniciativas para conseguir
una empresa más sencilla y con organigramas y dependencias más claros y
simples, la falta de interés en nuevas líneas de investigación de producto o en
formas alternativas de comercialización, etc.
Por desgracia también la pereza empresarial crea cultura
y no es algo tan simple como algunas decisiones que se retardan sine die o que
no se llegan ni a plantear, el problema es que el inmovilismo que genera ese
mortal pecado, va calando en la organización y, a la vista de que la cúpula
“nunca mueve ficha” y se dedica a hacer más de lo mismo sin, aparentemente
medir las consecuencias de una realidad cambiante, el resto de la organización
se apunta al mismo deporte y trabajan sin entusiasmo ni creatividad sabiendo
que cualquier iniciativa que se salga de la liturgia corporativa tiene un
elevado riesgo, no solo de no salir adelante, sino incluso de ser mal vista.
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