La banca es un negocio
muy antiguo. Actividad bancaria, en el sentido de intercambio o
movimiento de dinero ya se registra en la antigua Grecia aunque la
actividad de préstamos tiene antecedentes tan antiguos como los de
Babilonia en el x. XVIII a.C.
Se populariza el papel de
los banqueros en la alta la Edad Media y durante el Renacimiento.
De hecho, el
nombre "banco" deriva de la palabra italiana banco,
"escritorio", utilizada durante el Renacimiento por los
banqueros florentinos quienes hacían sus transacciones sobre una
mesa cubierta por un mantel verde.
El actual término “bancarrota” se deriva de la ruptura física de esa
mesa cuando un banquero o cambista no tenía suficientes fondos para
hacer frente a sus obligaciones.
Si nos atenemos a la
función clásica de la banca, podríamos incluso llamarla histórica,
encontramos que está relacionada con dos grandes aspectos:
- Los servicios relacionados con el dinero. Desde un punto de vista histórico, los ejemplos más claros, que ya se dan en la edad media, serían los de garantizar la transferencia segura de fondos entre titulares distintos y en distintos lugares geográficos para cubrir el pago de transacciones comerciales.
- La intermediación financiera. Es decir, la recepción de sobrantes de liquidez provenientes del ahorro para invertirlos en actividades productivas en forma de préstamo.
Me gustaría centrarme
hoy en el segundo de esos aspectos: el papel de la banca como
intermediario financiero.
Si nos vamos a los
orígenes, si simplificamos el análisis y vamos a las cosas que
verdaderamente importan, nos daremos cuentas de que el papel que
juega la banca en una sociedad moderna es absolutamente fundamental.
La banca es un eslabón clave entre aquellos que tienen cierta
capacidad para ahorrar dinero (depositantes) y, por lo tanto aquellos
en los que su capacidad de generación de ingresos es superior a su
gasto medio, y aquellos que tienen la visión y los proyectos para
crear riqueza y valor social (prestatarios) pero no poseen
suficientes recursos para ponerlos en marcha.
Al analizar el párrafo
anterior con detenimiento, nos damos cuenta de una seria de puntos
que son claves para entender el papel dinamizador de la banca y su
poderoso rol como multiplicador de la riqueza, pero también para
interiorizar algunas de las premisas de la función de banquero y de
las limitaciones de la profesión:
- A nivel global, al administrar el dinero de terceros (los depositantes) para invertirlo en prestarlo a otros (los prestatarios), la banca se transforma en el gran administrador y gestor del riesgo planetario. Por ello no puede ser banquero cualquiera. Tiene que tener una formación sólida y profunda así como una experiencia acreditada que le permita evaluar los riesgos implícitos en la actividad económica y defender así el dinero que le ha sido depositado. No todo el mundo sirve para esto, la banca es una profesión.
- El hecho anterior nos lleva a otras conclusiones. Al estar los riesgos económicos del planeta en manos de los bancos, cuando los banqueros prestan a determinadas inciativas con la seguridad de que el dinero les va a ser devuelto pero que se alejan de la economía real o de las necesidades racionales de la ciudadanía, pueden acabar creando un círculo vicioso que puede estallar en cualquier momento. En algún momento, alguien no podrá pagar. Aunque hayan realizado bien su análisis del riesgo, habrán fallado en otra de las premisas, la comprensión holística del mundo. El banquero ha de ser consciente de su capacidad casi única, muy superior a la de los gobiernos, de crear o atajar riesgos sistémicos. Para ello tiene que tener una gran formación cultural y social. Una gran comprensión del mundo.
- El banquero sabe que el dinero que presta hoy debe ser devuelto por los prestatarios a lo largo del tiempo. Su visión del riesgo tiene que ser a largo plazo, no a corto plazo. El banquero de hoy ha de trabajar por la cuenta de resultados y por la solvencia de su banco y la seguridad de sus depósitos no solo de hoy, sino de mañana. Para ello necesita unas grandes dosis de ética y de honestidad. Tiene que entender que el engordamiento de las cuentas de resultados de hoy puede pasar factura a depositantes inocentes el día de mañana. Ha de huir del lucro fácil a corto plazo y ha de tener la honestidad de decir “no” a un posible prestatario si no tiene clara su verdadera capacidad de repago haciendo así un favor tanto al propio banco como al mismo prestatario.
Por ello la remuneración
de los banqueros tiene que ser relativamente alta, la justa para
retribuir una profesionalidad elevada, una comprensión holística de
la sociedad y del mundo y un comportamiento ético y honesto para con
la profesión. Sin embargo nunca puede ser tan elevada, en aras de una
supuesta excelencia profesional, que ponga en riesgo la
necesaria visión a largo plazo o la honestidad requeridas por su labor.
Si no existiera la banca,
habría que inventarla pero con banqueros profesionales y expertos,
honestos, con visión a largo plazo, conocedores de la sociedad y del
mundo así como conscientes de su rol como gestores planetarios de
los riesgos económicos.