Se define gula como el “exceso en la comida o bebida, y el apetito desordenado de comer y
beber”. Es complejo encontrar un paralelismo a la gula en los
comportamientos empresariales aunque muchos restaurantes de postín han vivido
durante mucho tiempo de las comilonas que se echan entre pecho y espalda
multitud de ejecutivos y altos directivos pero, como sospecharán no nos vamos a
referir a la gula empresarial en esos términos.
Más bien podemos referirnos a la gula empresarial,
relacionada íntimamente con otros pecados como la avaricia, como el apetito desordenado de crecer y crecer,
tanto de forma orgánica como de manera no orgánica. Ese apetito que nos lleva a fijar objetivos
no realistas sin escuchar los síntomas internos de agotamiento de la estructura
organizativa ni los síntomas de apatía del mercado.
La gula provoca la sobreexplotación de las redes
comerciales y de los equipos de producción y genera, como la mayoría de pecados
capitales, un grave defecto cultural que se enquista en la compañía y que es
tan o más peligroso que el propio pecado que la provoca, la falta de realismo en la fijación de metas y la creación de
expectativas de todo tipo, que se capilariza por toda la organización
generando una cultura de que todo objetivo es válido por descabellado que sea y
dando pie a una situación de desaliento perenne al no conseguirse nunca las metas
deseadas.
La gula empresarial es la causa básica de las
eufemísticamente llamadas operaciones de crecimiento no orgánico, es decir,
compras, absorciones y similares. Y, al
igual que ocurre con el cuerpo humano cuando la ingesta de alimentos no es equilibrada,
cuando la empresa afectada de gula entra en una carrera por crecer y ganar
tamaño a toda costa sin hacerlo de forma comedida y meditada, evidentemente la
adquirente gana tamaño pero en sebo, no en músculo, pierde rapidez y
flexibilidad, y sus arterias se esclerotizan debido a la gran cantidad de grasa
ingerida pudiendo incluso llegar a provocar el colapso y la muerte.
Una vez más, la gula va en contra de la definición de empresa
basada en valores o Empresa 3.0 puesto que esta pretende equilibrar el
crecimiento con la distribución de la riqueza y aspira a conseguir un beneficio
suficiente para continuar contribuyendo al desarrollo social. En el ADN de la
Empresa 3.0 no existe el deseo del crecimiento por el crecimiento sino que el
tamaño debe ser la consecuencia de una labor bien hecha y de una vocación de
servicio equilibrada.
Es cierto que una Empresa 3.0 puede basar también su
éxito en una cierta política de adquisiciones pero el propio proceso por el que
dichas adquisiciones puedan realizarse, estará también basado en los principios
de satisfacción racional de las necesidades del cliente, equilibrio en la
valoración de la empresa adquirida, comunión de valores entre adquirentes y
adquiridos y deseo de que la unidad resultante mantenga o mejore los parámetros
de sostenibilidad que ya podía presentar la adquirente.