Definimos ira como “pasión del alma, que causa indignación y enojo”, De una forma más específica también se habla de “apetito
o deseo de venganza” o, si observamos a la naturaleza, “furia o violencia de los elementos”. Desde una perspectiva más
relacionada con la acción la describiríamos como la “repetición de actos de saña, encono o venganza”.
En el entorno empresarial podríamos definir la ira como
la ceguera visceral transitoria o
permanente de la dirección provocada por acciones realizadas por parte de
determinados stakeholders y que son consideradas como afrentas. La ira
empresarial se refleja en muy diversas situaciones como son las reacciones
sectarias que se producen cuando “uno de los nuestros” abandona la compañía en
busca de otros horizontes o los comentarios incómodos y defensivos que se
intercambia la dirección cuando se recibe la queja de un cliente importante, o
las reacciones airadas ante un proveedor que solo nos reclama que respetemos
los acuerdos contractuales y que no nos los saltemos sin comunicar ni negociar,
etc., etc.
Al igual que ocurre con el ser humano, la ira impide que
la empresa vea las situaciones con realismo, de ahí que la definamos como ceguera
visceral porque nos bloquea y no nos permite analizar con realismo y sosiego el
porqué determinada persona abandona la compañía o porqué recibimos esa queja de
un cliente o porqué un proveedor nos recuerda la necesidad de cumplir nuestros
compromisos contractuales.
La ira va contra
la definición de empresa basada en valores o Empresa 3.0 la cuál está
profundamente comprometida con un desarrollo armónico del planeta y de la
humanidad y actua desde una plena libertad, especialmente en la forma en que
interactúa con los demas operadores del mercado, la cuál se define como transparente,
ética y responsable. Esa manera transparente, ética y responsable de
interactuar con proveedores, clientes, stakeholders internos y cualquier otro
operador, es totalmente inconsistente con los comportamiento sectarios que
provoca la ira.
En el caso
concreto de la ira me cuesta afirma si la ira crea cultura o es la cultura la
que crea ira pero me abstendré de jugar a adivinar qué es primero, si la
gallina o los huevos, y sí afirmaré que los comportamientos empresariales
iracundos son un reflejo inequívoco de sectarismo empresarial, un grave defecto
cultural en cualquier organización.
Si bien el que las
organizaciones tengan una cultura fuerte y consolidada siempre es algo
bienvenido, el hecho de que esa cultura fuerte pueda desembocar en una vision
endogámica y egocéntrica de la realidad puede acabar provocando comportamientos
excluyentes y que aislen a la compañía del necesario entendimiento con los
stakeholders. Las demostraciones de ira empresarial por personas relevantes en
una organización pueden dar pie a comportamientos similares por el resto de la
firma provocando ceguera a la hora de tomar decisiones que pueden acabar
presentando un componente sectario que, de repetirse con asiduidad, debilite de
forma letal a la empresa ante el mercado y ante los grupos de interés que la
apoyan.