Probablemente podría añorar
esa etapa por muy diversos motivos pero esta vez, dado que nos
encontramos a principios de agosto y que este va ser mi ultimo post
hasta inicios de septiembre, me ceñiré solamente al concepto de las
vacaciones y a como se vivían hace tan solo dos décadas.
Las vacaciones son un
periodo de descanso necesario para el ser humano, de ruptura con la
rutina, de cambio de escenarios, de regeneracion vital. Las
vacaciones son precisas para recuperar la ilusión y la frescura,
para congraciarse con la familia mas cercana, para profundizar en el
conocimiento de los amigos y para vislumbrar el horizonte con mayor
perspectiva.
Por desgracia esa finalidad
de los periodos vacacionales, como tantas otras cosas, tambien está
hoy en peligro debido a la globalización, a la irrupción imparable
de las tecnologías y a la insaciable voracidad del entorno
empresarial que enguye la vida y el tiempo de sus hijos cual Saturno
insaciable. Pero mas peligroso que esos factores es la incapacidad
del ser humano de saber romper cuando es necesario con las inercias
propias y las costumbres transformadas en patologías.
Alumbremos lo que quiero
decir con un ejemplo relativo a mi propio periodo vacacional que
iniciare en breves dias. Dado que muchos de mis partners y projectos
están en el resto de Europa o en America, quienes tienen costumbres
vacacionales muy distintas a las españolas, voy a tener que estar en
contacto más o menos continuado por si surgen novedades inesperadas.
Es mas, mis partners alemanes, franceses o peruanos, no dudaran en
llamar directamente a mi teléfono móvil si consideran que un
determinado tema es urgente, lo sea realmente o no, a pesar que que
esté disfrutando de un merecido periodo de descanso o de que algún
otro profesional esté supliendo mi ausencia por si acaso.
El teléfono móvil se ha
convertido en una coartada para cualquier cosa porque se supone que
debes atenderlo en cualquier momento y situación. No hemos
interiorizado un protocolo de actuación racional para ese aparato
que interrumpió en nuestras vidas no hace tanto. De hecho, el ser
humano ha adaptado sus costumbres a la existencia del nuevo aparato y
no al revés. El teléfono móvil, o serán sus usuarios, no respetan
ni los periodos de descanso, ni las vacaciones, ni las mas
elementales reglas de urbanidad y algunos, afortunadamente no todos,
clientes, partners o todo tipo de relaciones, se sienten en el pleno
derecho de llamarte en los momentos mas intempestivos por cualquier
motivo, siempre supuestamente razonable para el emisor de la llamada.
Pero, ¿y usted?,
confiéselo, ¿no me dirá que no ha contestado en alguna ocasión el
teléfono móvil cuándo está sentado en el inodoro o saliendo de la
ducha, por no imaginar situaciones más escabrosas?
Aunque no solo es el
telefono móvil, también es el correo electrónico, o las redes
sociales. “Te envié un correo esta mañana y todavía no me has
contestado ¿cómo es posible? ¿hace unas horas he enviado un tweet
y no has dicho nada? ¿es que ya no compartes tus fotos en
facebook?...”
Ya no existe la piedad ni la
presunción de descanso para el profesional de hoy en dia. Si deseas
priorizar tu privacidad corres el riesgo de que te vean como a un
bicho raro. No se puede entender que no estés contestando los mails
o cualquier otro tipo de mensaje prácticamente al instante.
Pero permítanme volver a mi
caso. Tengo un conference call justo en medio de las vacaciones, me
van a enviar dos contratos para que los revise, mi móvil debe
permanecer abierto porque hay algun proyecto que puede tener
complicaciones, mis seguidores pueden pensar que estaré escribiendo
posts o tweets desde la playa mas recóndita a la vez que cuelgo
fotografías en facebook convirtiendo asi unas vacaciones de
relajación y descanso en una terrible esclavitud hacia las pérfidas
herramientas que se supone hacen nuestra vida mas eficiente,
conectada y placentera. ¿O seré yo el problema porque no puedo
prescindir de la conexión tan solo durante unos días?
Recuerdo aquellos años de
principios de los noventa en los que estas maravillosas herramientas
no existían y en que los problemas que pudieran surgir durante los
períodos vacacionales, cada vez más cortos por otro lado, se
solucionaban igual sin tener que tener tu vida expuesta en un
escaparate publico que escapa totalmente a tu control. Tal vez la
comunicación era mas lenta y farragosa pero, desde luego, el respeto
propio y ajeno al descanso y a la privacidad humana estaba por encima
de otras consideraciones salvo circunstancias verdaderamente
excepcionales
Durante estas vacaciones he
pensado en no llevar conmigo ni teléfono móvil ni artilugios tales
como tablets o similares que me permiten estar permanentemente
conectado pero en el ultimo momento cambie de opinión, ¿qué culpa
tienen los susodichos artilugios cuando el único culpable es uno
mismo, el que no sabe utilizarlos de una forma racional y ponerlos
verdaderamente al servicio del ser humano?
Tal vez sea yo el que no
deba marchar de vacaciones y deba buscar así la correspondiente
penitencia por ser incapaz de prescindir de tan maquiavélicos
instrumentos.
En cualquier caso, la
decisión la tomare en las próximas horas. Descansa y, para ello,
desconecta en el sentido mas estricto de la palabra. Feliz verano.