miércoles, 27 de mayo de 2015

Public Regulations or a Better Corporate Governance?

It is wellknown that capitalism can not be left on its own without some rules that might appease its darker face.

In the past decades and, in different industries, we have seen the effects of too a loose regulatory system that has played its role in the birth of bubbles and in the growing inequalities we are suffering. It is obvious that public regulations in general need to improve to avoid pathological evolution of some sensitive industries such as energy, telecommunication and finance.

But what we find now is not necessarily a better regulatory system but an increasing regulatory burden that does not always cope with the real underlying issues of the quality of Corporate governance.

An excessive and inadequate regulatory burden to avoid systemic risks in any industry, might become a risk in itself. That’s why regulations should be very much focused on guaranteeing a proper balance in Corporate Governance, the existence of countervailing bodies within the companies so that the actions of the executive teams can be adequately supervised and fostering that the profile of the persons in charge of both, the executive teams but also the supervisory bodies, have the right experience and the adequate personal values and moral convictions.

Luckily, lots of companies in many different sectors in the world, are already sticking to the best practices of building a solid governance model with constructive countervailing powers. These kind of companies are normally also very much aware of the need of hiring the best professionals and supervisors, not only in what respects to their knowledge and experience but also in what regards to their personal values and ethical behaviors.

These companies do not need so many regulations because the way they look at their economic role in society is already based on ethical values and they understand that there is no better regulation that the one that starts with their own governance model. Policy makers should consider those companies as role models and not as threats to the mainstream thinking.


miércoles, 3 de diciembre de 2014

No quiero vivir en un mundo así (primeras páginas del prefacio de mi próxima novela)

No quiero vivir en un mundo así. Ayer me desperté con la noticia de que habían puesto un nuevo radar. No podía creérmelo. Esta vez a tan solo 200 metros de mi casa, en un lugar insólito, una calle que da a un camino forestal. Casualmente el radar esta orientado hacia la ligera bajada que hace la calle con una velocidad máxima permitida en la zona de 30 km / hora. Es muy difícil llevar una velocidad inapropiada en ese lugar. La calle no es muy amplia y se puede aparcar en ella, además, antes de llegar al radar hay unas bandas rugosas. Se puede pasar por esa zona a 40 o 50 km por hora, como máximo pero difícilmente a mayor velocidad. En 20 años que llevo viviendo en el barrio, no ha habido un solo accidente y, desde luego, no lo ha habido jamás en el lugar en el que se ha instalado el radar salvo una vez hace años en que una motocicleta atropelló a un gato.

En cualquier caso, vivimos una evolución imparable. Hace un tiempo, algún probo funcionario, provisto de no se sabe qué informes técnicos, dictaminó que, para mayor seguridad de la ciudadanía, en esa calle debían fijar una velocidad máxima de  30 km / h. Tiempo después y, aprovechando las posibilidades que ofrece la tecnología, algún político municipal, supuestamente investido por la delegación del ciudadano a través del voto, ha decidido que el tráfico en esa zona incorpora tantos riesgos para los vecinos que había que instalar un radar de velocidad. Estamos ante una decisión difícilmente apelable e indirectamente democrática. ¡Cómo vamos a cuestionarla!

O, ¿será el motivo real de la instalación del radar otro muy distinto?

miércoles, 19 de noviembre de 2014

No hay nada más "de izquierdas" que ser liberal (III: La falsa legitimidad)

Pensemos ahora sobre la capacidad legislativa de los Estados. Estos poseen el monopolio de la creación de leyes y el monopolio de la autoridad e incluso de la violencia para hacer que estas se cumplan para asegurar la protección del ciudadano y la estabilidad de la sociedad. Puesto que hablamos de Estados democráticos, tenemos que estar tranquilos porque la legislación está redactada por los representantes del pueblo y por tanto, siempre estará orientada a conseguir el bienestar del ciudadano.  ¡Falso!

1      Cuando un Estado es pequeño, de un tamaño razonable, se ocupa de cubrir sólo aquello que es difícil que sea cubierto por el sector privado y está regido por un sistema verdaderamente democrático, con elecciones no dominadas por maquinarias de partido, cercanas al ciudadano y muy centradas en el perfil de la persona que se presenta a una elección. Un Estado donde los cargos políticos no se eternizan en su función y observan la misma como un servicio público transitorio y no como un "modus vivendi". En una sociedad con educación elevada y capacidad crítica y con un marketing político regulado y limitado, es muy posible que buena parte de la legislación sea verdaderamente positiva para la ciudadanía y sino es así la propia presión popular y el ciclo democrático forzarán su modificación.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

No hay nada más "de izquierdas" que ser liberal (II: El expolio económico)

Reflexionemos hoy sobre el peso de los Estados en la economía. En la mayor parte de países occidentales, el tamaño del sector público oscila entre un 35% y un 55% del PIB. Ello significa que, de la riqueza que generan las actividades públicas y privadas, los Estados se quedan con esos porcentajes para soportar su mantenimiento y sufragar los principales servicios públicos, para redistribuir recursos de forma que las desigualdades sociales disminuyan, se realicen inversiones públicas para incentivar el progreso y se cubran los programas de protección social. Determinados impuestos son progresivos (Renta) y supuestamente se aplican a los ciudadanos en función a sus ingresos, pero otros no lo son (IVA) y se aplican de manera indistinta sea cuál sea la renta que uno genere o el patrimonio del que disponga.


Por cierto, en un par de ocasiones en los últimos años, se me ocurrió hacer un cálculo aproximado de lo que pagábamos en mi unidad familiar en concepto de todo tipo de impuestos, arbitrios, cargas sociales y tasas. Diligentemente construí una tabla de excel e introduje los datos de impuestos sobre la renta, pagos a la seguridad social, tanto los descontados en nómina como aquellos que son por cuenta de la empresa, añadí los impuestos y tasas municipales así como los impuestos especiales. Añadí también, no sin cierto esfuerzo, una estimación bastante aproximada de los pagos por IVA de todo el consumo que anualmente realizábamos. Finalmente sumé el resultante y lo comparé con los ingresos brutos totales (incluyendo los costes de la seguridad social satisfechos por la empresa como si eso también fuera un ingreso). Les aseguró que todavía no me he recuperado del impacto. 



miércoles, 22 de octubre de 2014

No hay nada más "de izquierdas" que ser liberal (I: El secuestro de la ciudadanía)

Estoy seguro de que a muchos de mis amigos y conocidos les molestará este titular pero les aseguro que no es un titular baladí ni un brindis al sol. Es una frase profundamente reflexionada y que se basa en la observación de lo que pasa a nuestro alrededor y en notables evidencias económicas e históricas.

Desde joven me he considerado "de izquierdas" aunque nunca he tenido afinidad clara por partido político alguno. Aunque podría decantarme por una definición académica de lo que significa ser de izquierdas o, expresión que ha pasado a ser sinónimo de esta en los últimos tiempos, "ser progresista", prefiero desgranar aquí mi propia definición que estoy seguro que harán suya muchos de mis lectores.

Ser de izquierdas significa luchar por un mundo mejor, más justo, más democrático y dinámico, con más altos niveles de educación y de progreso humano sostenible, con mayores oportunidades para todos y con más igualdad en el acceso a esas oportunidades. Un mundo en el que el bienestar del ciudadano entendido en el sentido más amplio del término sea el eje de la actuación de todos los actores sociales. Ser de izquierdas significa vivir en un mundo en el que la desigualdad entre sus diferentes estratos sociales sea limitada y en el que la desigualdad que pueda existir esté motivada básicamente por los mayores méritos de unos frente a otros. Un mundo en el que aquellos que tengan problemas serios gocen de una adecuada protección social.