El
de hoy es el último post de una serie en la que he pretendido verter
algunas reflexiones sobre la globalización. Primero lo hice desde un
punto de vista genérico, incluso filosófico, analizando la
globalización como un fenómeno relevante en la sociedad actual.
Luego me fijé en una visión mucho más centrada en la economía y
en las consecuencias económicas que para las personas tiene la
globalización. En la tercera entrega me focalicé en el papel que en
el mundo global está jugando la tecnología, causa y efecto a la vez
del fenómeno globalizador. En mi último post sobre el tema, el de
hoy, quisiera lanzar una reflexión sobre los aspectos culturales del
fenómeno global, un elemento fundamental, controvertido y que se ha
debatido poco.
Aquellos
de mis lectores que hayan seguido esta mini saga estarán conmigo en
que es difícil concluir de forma contundente, por lo menos por lo
visto hasta ahora, si el fenómeno global es positivo o negativo para
la humanidad. Podemos afirmar sin dudarlo que hay aspectos valiosos
en lo económico y en lo tecnológico pero también es cierto que que
hay otros aspectos negativos en el fenómeno de la globalización.
Como casi todo en la vida, los procesos de evolución social no son
ni malos ni buenos per se sino que los hacemos malos o buenos las
personas y más en particular los grupos de poder que manejan los
hilos e impulsan esos grandes movimientos.
Todo
ello es especialmente relevante cuando se analiza la dimensión
cultural del proceso globalizador que, a mi juicio, es especialmente
negativa para el ser humano por lo que comporta de simplificador y de
difusor de valores relacionados con una forma muy determinada de ver
la sociedad. Es curioso, incluso tiene un punto de irónico, que en
estos momentos históricos en los que estamos asistiendo a la pujanza
creciente de nuevas grandes potencias emergentes como China, India o
Brasil. En estos momentos en los que se empieza a hablar de un cierto
declive de la superpotencia por excelencia, los Estados Unidos (por
cierto, no acabo de compartir esas opiniones acerca del declive),
estemos asistiendo sin darnos cuenta del todo, gracias a la
globalización, al triunfo a nivel mundial de la cultura anglosajona;
para ser más exactos, al triunfo de la forma de ver el mundo de los
dos principales países de habla inglesa, el Reino Unido y los
Estados Unidos.
Al
igual que ocurría cuando hablábamos de tecnología, me cuesta
discernir si esa “anglificación cultural” del orbe es causa o es
consecuencia de la globalización. De lo que no tengo ninguna duda es
de que existe. Hay muy diversos elementos que lo acreditan y que
quisiera puntualizar a continuación.
- La lengua inglesa se ha convertido en la lingua franca de nuestra era al igual que lo fue el latín durante la dominación romana de Europa, el norte de África y algunas zonas de Asia. La lengua de las potencias dominantes durante buena parte del siglo XIX y todo el siglo XX ha tenido la habilidad de constituirse en lengua de comunicación mundial por excelencia ayudada por su enorme supremacía económica y militar.
- La teoría económica y las ciencias del management han jugado un rol imprescindible. El mundo de lo económico es hoy angloparlante. La teoría económica dominante y las ciencias del management se han gestado muy en particular tanto en el Reino Unido como en los Estados Unidos. El marketing o mercadotecnia es, casi podríamos decirlo sin temor a exagerar, un invento norteamericano. La potenciación al extremo de la sociedad de consumo y la “marketingnización” de nuestra vida diaria en la que todo hay que venderlo lo más rápido posible y al mejor precio posible es algo que ha enraizado entre nosotros.
- Las grandes compañías globales son un ejemplo de esa forma ultra competitiva y mercadotécnica de ver la gestión empresarial. Muchas de ellas han nacido en el RU o en los EEUU, otras han nacido en otros países pero se rigen por la Biblia de las técnicas de management anglosajonas. Han sido conquistadas culturamente y con esa cultura, junto a sus homólogas norteamericanas o británicas, colonizan los diferentes mercados, tienden a que se produzca una homogeneización mundial de los gustos de consumo y también de las formas de relacionarse las personas en las unidades productivas estén en el país en el que estén.
- La visión competitiva y no cooperativa de la sociedad. Esa visión económica y empresarial global y angloparlante se traslada a las sociedades del orbe que se imbuyen de su principal tiranía: la obsesión por competir en lugar de cooperar. Así cada vez son más los países y las culturas que han adoptado la sacrosanta norma de la competencia como único elemento que permite impulsar el progreso y se olvidan de que la competencia es sana pero solo cuando sabe mantener un equilibrio con la cooperación y con la solidaridad.
- La concepción de la familia y de las relaciones sociales. Y por último, una concepción de la familia y de las relaciones sociales muy influida por la visión competitiva y utilitarista de las relaciones. Concepción que se está esparciendo por todo el mundo a través de industrias globales como el cine, la televisión o los medios de comunicación, dominadas por Estados Unidos y que distribuyen como norma y modelo de relación la forma de entender la familia que se tiene en aquel país.
Probablemente
para estar en un verdadero mundo global necesitemos compartir una
cierta cultura global, unas mínimas reglas comunes que nos permitan
analizar de formas parecidas un mismo problema. El sentido común me
dice que eso debe ser así pero también es cierto que eso puede
empobrecer a los cientos y cientos de cultural locales que existen en
el planeta contaminándolas de la cultura dominante, eliminando sus
matices y, poco a poco, engulléndolas en una forma anglófila de ver
la vida.
No
hace falta que las élites WASP (white anglo-saxon protestant)
mantengan la supremacía de sus países de origen porque esas élites
se han transformado en élites globales de todos las razas y
religiones pero que operan en lo económico y en lo social con la
misma forma de ver las cosas desde Atlanta, París, Ciudad del Cabo,
Singapur, Pekín, Delhi, Rabat, Sidney o Lima. La cultura ha
traspasado la frontera de sus países y se ha instalado en el mundo.
No se si Estados Unidos ha entrado en declive o no pero, lo que tengo
claro es que la cultura que representa ese país cada vez es más
poderosa y se está convirtiendo en la cultura dominante por
excelencia.