martes, 11 de diciembre de 2012

Walk the Talk


Entre los múltiples problemas que aquejan a nuestra sociedad actual, uno destacado es el de la escasa fiabilidad de la palabra dada. Lejos quedan las épocas, si es que alguna vez existieron, en que el honor y la palabra dada tenían un valor incuestionable y en que poca gente desconfiaba de afirmaciones o promesas manifestadas por parte de ciertas capas de la sociedad de supuesta honorabilidad y solvencia moral.

Es tal la degradación moral de nuestro mundo, tan poca la confianza que nos merecen nuestros congéneres -logicamente con excepciones- que la palabra pronunciada por demasiada gente es interpretada como un mero ejercicio de marketing, como un deseo de quien la enuncia de vender algo o a alguien o de conseguir una reacción determinada por parte del que la escucha. La palabra ha dejado de representar valores o posiciones morales y se ha transformado en un arma ofensiva, para aquél que quiere conseguir algo a través de ella, o defensiva, para quién pretende impedir que algo supuestamente negativo le pase a esa persona o a los de su círculo.

¿Quién de ustedes no ha pensado en infinidad de ocasiones en una conversación de cualquier tipo con cualquier persona cosas como: “a ver qué gol me quiere meter este” o, en otro tipo de situaciones, “este solo pretende cubrirse el culo”?

Esa sensación de la pérdida de valor, de la futilidad de la palabra, alcanza su paroxismo cuando analizamos el uso de la misma por parte de la clase política. Nuestros representantes, personas que deberían dar ejemplo. No se si quieren que les aburra con ejemplos porque les aseguro que darían para un libro entero pero solo respóndanse a un par de preguntas: cuándo un político afirma que hará o dejará de hacer algo, ¿le creen ustedes o arrugan la nariz?. Cuando llega a sus manos un programa electoral y se molestan ustedes en leerlo, ¿sonríen con sorna o, dado que son afirmaciones estudiadas por parte de un grupo político serio, tienen tendencia a darle credibilidad?

Y, si nos ponemos a hablar del uso de la palabra de una forma más detallada, el tema daría probablemente para un segundo libro. ¿O acaso no les vienen a la cabeza los múltiples eufemismos utilizados por los políticos y por muchas otras personas públicas para evitar llamar a las cosas por su nombre? Hoy en día a una situación de quiebra se la llama “desequilibrio financiero”, a un delito se le define como “irregularidad”, a un despido masivo como “ajuste de estructura” o también como “proceso de optimización de recursos”, etc., etc. No sigo porque les aseguro que me animo y empezaría a elaborar una larga lista.

Si seguimos con la falta de credibilidad de la palabra de los políticos, estamos ante uno de los problemas fundamentales de nuestra democracia. La palabra del político, expresada en un programa electoral y luego matizada en declaraciones públicas o privadas, es algo extremadamente serio, es un contrato social entre el ciudadano, quien ejerce su voto en base a dicho contrato, y aquellos que lo representan y que, no lo olviden, solo se deben al primero. Cuando la poca solvencia, calidad y realismo de los programas electorales lleva al incumplimiento sistemático de los mismos, no nos encontramos ante una broma de mal gusto ni ante una trivialidad, nos encontramos ante una burla en toda regla al sistema democrático y a los ciudadanos. Existe una conocida frase que dice que gobernar es el arte de decir “no” y puedo entenderla siempre y cuando se salvaguarden los elementos fundamentales del contrato con los ciudadanos. No se puede utilizar esa frase para defender lo indefendible o para justificar lo injustificable.

Existe una magnífica expresión en inglés que siempre me ha gustado de una forma muy especial. Se trata de la expresión “Walk the Talk” que, traducida de una manera un tanto pedrestre podría transformarse en “camina aquello que dices” o de una forma más refinada y explícita “transforma en hechos lo que sueles defender con palabras”. Podríamos decir que lo contrario al “Walk the Talk”  es una conducta hipócrita.

Por regla general -insisto en que siempre encontraremos excepciones-, nuestros políticos no practican el “Walk the Talk”. Si lo practicaran se pensarían mucho más detenidamente qué promesas lanzan en sus programas electorales y que afirmaciones van soltando a diestro y siniestro.

Si nuestra política estuviera basada en el “Walk the Talk” ya hace mucho que hubiéramos sustituido un sistema electoral escasamente representativo con diferencias excesivas en lo que cuesta, en términos de votos, la adquisición de un escaño en cada circunscripción y con listas cerradas que limitan el acceso de los mejores ciudadanos a la política.

Si los ciudadanos exigiéramos el “Walk the Talk” no estariamos como estamos hoy porque tendríamos un sistema más propocional que el actual, con listas abiertas en lugar de cerradas (lo que equivale a opacas para el ciudadano en cuanto a los criterios de selección de los que ocupan una lista). Si los políticos practicaran el “Walk the Talk” con listas abiertas, estarían obligados a dar cuentas, cada año o dos años, a los ciudadanos que les han elegido para cada uno de los puntos fundamentales del programa que les aupó al poder. Deberían presentar un informe con indicadores y datos que avalen los avances en el contrato social o las dificultades en su cumplimiento explicando en detalle como se van a solventar. Y todo ello siempre con una premisa, la estabilidad financiera de lo público a medio plazo. El déficit puede existir como algo transitorio pero no como algo estructural. Y desde luego, si el político no está cumpliendo con su programa o no hay razones de peso para ello, habrá que prescindir de su figura sin esperar a las próximas elecciones.

Imagínense el cuidado que pondría la clase política antes de hablar, antes de escribir promesas y planteamientos sin un análisis detallado. Imagínense la diferente calidad de los programas políticos ya desde el inicio, si exigiéramos el “Walk the Talk” y, para ello, para construir mensajes más sólidos y sostenibles y, dado que estaríamos en un sistema de listas abiertas, los partidos deberían atraer a los “mejores” de verdad a gente capaz y moralmente irreprochable. Seguramente habría que pagar algo más a esa nueva clase política pero díganme, ¿qué prefieren 1.000 políticos que no cobren demasiado y que arruinen a nuestra sociedad o 200 políticos que cobren tres veces más que los anteriores pero que sean moral y técnicamente solventes, que rindan cuentas con mayor periodicidad ante la ciudadanía y no tan solo cuando toca ir a votar y que planteen y ejecuten políticas sostenibles?

Ya saben, los políticos tienen el deber de “Walk the Talk” y, si no lo hacen, los ciudadanos tenemos el derecho a exigirlo. Una nueva clase política tan solo será posible cuando los ciudadanos se den cuenta de su gran responsabilidad y actúen desde la sociedad, no solo desde las urnas, para generar un cambio.




domingo, 25 de noviembre de 2012

¿Tiene razón un político cuando se atreve a hablar de “la realidad”, cuando nos habla de ”la verdad”?


¿Acierta un historiador cuando describe una serie de “hechos” históricos?

Cuando hablamos de “lo real” nos referimos a aquello que es auténtico, a la inalterable verdad, a aquello que es la dimensión externa de la experiencia.

Lo real” existe en oposición a “la realidad”, que está más bien basada en la percepción sensorial de las cosas.

Sin embargo, en nuestra vida cotidiana, en nuestro hablar diario, no distinguimos de manera tan afinada entre ambos términos como sí se hace en filosofía. Así, confundimos ambos conceptos, lo real y la realidad y los vemos de forma indistinta. De la misma manera, confundimos y mezclamos en nuestra forma de pensar términos como, verdad, hechos, realidad, lo real.

Probablemente no hay ciencia en que la demostración empírica de los hechos observables haya avanzado más que en la física clásica. Los hechos en física son siempre demostrables, medibles, observables. Podríamos decir incluso que difícilmente opinables. A pesar de ello, incluso en física, la cosas no siempre son lo que parecen. En 1927, Werner Heisenberg, físico alemán y uno de los padres de la física cuántica, formuló su famoso principio de incertidumbre que de forma muy simplificada viene a decir que en física experimental, la posición del observador o el sistema de medición utilizado en un experimento siempre acabará perturbando en cierta medida los resultados observados y, por tanto, las conclusiones de la investigación.

No pretendo introducirme en el mundo de la física, campo que no domino ni pretendo dominar pero, si ese principio de incertidumbre influye en nuestra percepción incluso de los hechos físicos, ¿cómo no va a influir en otras áreas del conocimiento o en otros ámbitos del comportamiento social que son mucho más opinables?

Todos conocemos una famosa frase atribuida al escritor británico George Orwell que dice que la historia siempre la escriben los vencedores. Con esa frase tenemos ante nuestros ojos la versión, en clave de historia, del principio de incertidumbre de Heisenberg. Entendemos como historia aquellos periodos de la humanidad de los que hemos podido encontrar huellas escritas de los hechos ocurridos pero, seguro que lo han pensado alguna vez: alguien escribió aquellos textos, alguien añadió al relato de las cosas el sesgo propio del observador, de su entorno, de sus anhelos, de sus fobias y de sus filias. De la misma manera que las películas que narran hechos históricos difícilmente lo hacen de una forma neutral y siempre encontramos en ellas los sesgos propios, conscientes o inconscientes, de quienes la han hecho posible.

Y, ¿qué me dicen de la prensa?, ¿es verdaderamente objetiva e independiente tal y como se definen tantos y tantos medios de comunicación? La respuesta es rotundamente no. La la única diferencia es que pueden existir medios de comunicación en los que el sesgo en su visión de las cosas sea más consciente que en otros, pero poco más. Por tanto, en el mejor de los casos, estaría dispuesto a reconocer que puede existir prensa con un cierto nivel de independencia -aunque tampoco eso me parece muy seguro- pero no creo que existe prensa objetiva por el simple motivo de que la objetividad -principio de incertidumbre de Heisenberg aplicado a las ciencias sociales-, no existe.

Supongo que muchos de ustedes lo habrán hecho alguna vez pero, prueben a leer una misma noticia en tres o cuatro rotativos diferentes. ¿A que en ocasiones parece que se enfrenten a realidades completamente distintas? Entonces, ¿qué hacen los medios de comunicación?: ¿informan, adoctrinan, son altavoces de opinión? Prefiero dejar la respuesta a su buen criterio, yo no lo tengo nada claro.

Y, ¿qué me dicen de la economía? No hay nada peor para una ciencia social como la economía que el hecho de haberse matematizado de forma tan profunda. En economía la realidad suele explicarse a través de cifras pero, ¿qué cifras escojo? Las realidades complejas requieren de una gran batería de datos para intentar acercarse de forma lo más racional posible a la comprensión de la misma pero incluso un observador supuestamente neutral de un hecho económico suele poner más énfasis en unos datos que en otros por los motivos más variopintos y por ello la objetividad en economía es también algo de lo más discutible. Desconfien de cualquier persona que pretenda influir en su opinión sobre algún tema complejo esgrimiendo tan solo una o dos cifras. O no sabe o pretende llevar el ascua a su sardina.

Podría seguir hablando de otras disciplinas, poniéndoles multitud de ejemplos, hablando de la inexistencia de la objetividad también en política y de la aplicación del principio de incertidumbre de Heisenberg a muchas facetas de la vida pero creo que ello excedería del propósito de este blog y prefiero que ustedes se imaginen todo tipo de situaciones en las que ese principio se aplica. Lo único que me atrevo a asegurarles es que la verdad no existe.


viernes, 9 de noviembre de 2012

Humor - el inglés, idioma oficial de la Unión Europea

The European Commission has just announced an agreement whereby English will be the official language of the European Union rather than German, which was the other possibility. As part of the negotiations, the British Government conceded that English spelling had some room for improvement and has accepted a 5-year phase-in plan that would become known as "Euro-English". In the first year, "s" will replace the soft "c". Sertainly, this will make the sivil servants jump with joy. The hard "c" will be dropped in favour of "k". This should klear up konfusion, and keyboards kan have one less letter. There will be growing publik enthusiasm in the sekond year when the troublesome "ph" will be replaced with "f". This will make words like fotograf 20% shorter. In the 3rd year, publik akseptanse of the new spelling kan be expekted to reach the stage where more komplikated changes are possible. Governments will enkourage the removal of double letters which have always ben a deterent to akurate speling. Also, al wil agre that the horibl mes of the silent "e" in the languag is disgrasful and it should go away. By the 4th yer people wil be reseptiv to steps such as replasing "th" with "z" and "w" with "v". During ze fifz yer, ze unesesary "o" kan be dropd from vords kontaining "ou" and after ziz fifz yer, ve vil hav a reil sensi bl riten styl. Zer vil be no mor trubl or difikultis and evrivun vil find it ezi tu understand ech oza. Ze drem of a united urop vil finali kum tru. Und efter ze fifz yer, ve vil al be speking German like zey vunted in ze forst plas. If zis mad you smil, pleas pas on to oza pepl.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Historias de la globalización IV (La cultura)


El de hoy es el último post de una serie en la que he pretendido verter algunas reflexiones sobre la globalización. Primero lo hice desde un punto de vista genérico, incluso filosófico, analizando la globalización como un fenómeno relevante en la sociedad actual. Luego me fijé en una visión mucho más centrada en la economía y en las consecuencias económicas que para las personas tiene la globalización. En la tercera entrega me focalicé en el papel que en el mundo global está jugando la tecnología, causa y efecto a la vez del fenómeno globalizador. En mi último post sobre el tema, el de hoy, quisiera lanzar una reflexión sobre los aspectos culturales del fenómeno global, un elemento fundamental, controvertido y que se ha debatido poco.


Aquellos de mis lectores que hayan seguido esta mini saga estarán conmigo en que es difícil concluir de forma contundente, por lo menos por lo visto hasta ahora, si el fenómeno global es positivo o negativo para la humanidad. Podemos afirmar sin dudarlo que hay aspectos valiosos en lo económico y en lo tecnológico pero también es cierto que que hay otros aspectos negativos en el fenómeno de la globalización. Como casi todo en la vida, los procesos de evolución social no son ni malos ni buenos per se sino que los hacemos malos o buenos las personas y más en particular los grupos de poder que manejan los hilos e impulsan esos grandes movimientos.


Todo ello es especialmente relevante cuando se analiza la dimensión cultural del proceso globalizador que, a mi juicio, es especialmente negativa para el ser humano por lo que comporta de simplificador y de difusor de valores relacionados con una forma muy determinada de ver la sociedad. Es curioso, incluso tiene un punto de irónico, que en estos momentos históricos en los que estamos asistiendo a la pujanza creciente de nuevas grandes potencias emergentes como China, India o Brasil. En estos momentos en los que se empieza a hablar de un cierto declive de la superpotencia por excelencia, los Estados Unidos (por cierto, no acabo de compartir esas opiniones acerca del declive), estemos asistiendo sin darnos cuenta del todo, gracias a la globalización, al triunfo a nivel mundial de la cultura anglosajona; para ser más exactos, al triunfo de la forma de ver el mundo de los dos principales países de habla inglesa, el Reino Unido y los Estados Unidos.


Al igual que ocurría cuando hablábamos de tecnología, me cuesta discernir si esa “anglificación cultural” del orbe es causa o es consecuencia de la globalización. De lo que no tengo ninguna duda es de que existe. Hay muy diversos elementos que lo acreditan y que quisiera puntualizar a continuación.


  • La lengua inglesa se ha convertido en la lingua franca de nuestra era al igual que lo fue el latín durante la dominación romana de Europa, el norte de África y algunas zonas de Asia. La lengua de las potencias dominantes durante buena parte del siglo XIX y todo el siglo XX ha tenido la habilidad de constituirse en lengua de comunicación mundial por excelencia ayudada por su enorme supremacía económica y militar.
  • La teoría económica y las ciencias del management han jugado un rol imprescindible. El mundo de lo económico es hoy angloparlante. La teoría económica dominante y las ciencias del management se han gestado muy en particular tanto en el Reino Unido como en los Estados Unidos. El marketing o mercadotecnia es, casi podríamos decirlo sin temor a exagerar, un invento norteamericano. La potenciación al extremo de la sociedad de consumo y la “marketingnización” de nuestra vida diaria en la que todo hay que venderlo lo más rápido posible y al mejor precio posible es algo que ha enraizado entre nosotros.
  • Las grandes compañías globales son un ejemplo de esa forma ultra competitiva y mercadotécnica de ver la gestión empresarial. Muchas de ellas han nacido en el RU o en los EEUU, otras han nacido en otros países pero se rigen por la Biblia de las técnicas de management anglosajonas. Han sido conquistadas culturamente y con esa cultura, junto a sus homólogas norteamericanas o británicas, colonizan los diferentes mercados, tienden a que se produzca una homogeneización mundial de los gustos de consumo y también de las formas de relacionarse las personas en las unidades productivas estén en el país en el que estén.
  • La visión competitiva y no cooperativa de la sociedad. Esa visión económica y empresarial global y angloparlante se traslada a las sociedades del orbe que se imbuyen de su principal tiranía: la obsesión por competir en lugar de cooperar. Así cada vez son más los países y las culturas que han adoptado la sacrosanta norma de la competencia como único elemento que permite impulsar el progreso y se olvidan de que la competencia es sana pero solo cuando sabe mantener un equilibrio con la cooperación y con la solidaridad.
  • La concepción de la familia y de las relaciones sociales. Y por último, una concepción de la familia y de las relaciones sociales muy influida por la visión competitiva y utilitarista de las relaciones. Concepción que se está esparciendo por todo el mundo a través de industrias globales como el cine, la televisión o los medios de comunicación, dominadas por Estados Unidos y que distribuyen como norma y modelo de relación la forma de entender la familia que se tiene en aquel país.


Probablemente para estar en un verdadero mundo global necesitemos compartir una cierta cultura global, unas mínimas reglas comunes que nos permitan analizar de formas parecidas un mismo problema. El sentido común me dice que eso debe ser así pero también es cierto que eso puede empobrecer a los cientos y cientos de cultural locales que existen en el planeta contaminándolas de la cultura dominante, eliminando sus matices y, poco a poco, engulléndolas en una forma anglófila de ver la vida.


No hace falta que las élites WASP (white anglo-saxon protestant) mantengan la supremacía de sus países de origen porque esas élites se han transformado en élites globales de todos las razas y religiones pero que operan en lo económico y en lo social con la misma forma de ver las cosas desde Atlanta, París, Ciudad del Cabo, Singapur, Pekín, Delhi, Rabat, Sidney o Lima. La cultura ha traspasado la frontera de sus países y se ha instalado en el mundo. No se si Estados Unidos ha entrado en declive o no pero, lo que tengo claro es que la cultura que representa ese país cada vez es más poderosa y se está convirtiendo en la cultura dominante por excelencia.

domingo, 21 de octubre de 2012

Historias de la globalización III (La tecnológica y de la información)


En los últimos posts he estado reflexionando sobre la globalización. Primero desde un punto de vista genérico, incluso filosófico, como fenómeno relevante en la sociedad actual. Luego desde una visión mucho más centrada en la economía y en las consecuencias económicas que para las personas tiene la globalización. Hoy me gustaría hacer una reflexion desde el papel que están jugando la tecnología, la información y los transportes, probablemente uno de los pilares más positivos sobre los que se soporta el fenómeno.

Efectivamente, el abaratamiento relativo de los coste de transporte debido a las mejoras tecnológicas y a las economías de escala impulsadas por la emergencia de un nuevo mercado de cientos de millones de personas de clases medias de muy distintos países del mundo que les ha permitido viajar y conocer mejor otras gentes y otras culturas, es un aspecto profundamente vinculado a la globalización. Es a la vez causa y consecuencia de la misma.

El hecho de que las distancias se hayan acortado enormemente en nuestro planeta tiene algunos aspectos negativos como las emisiones de CO2 derivadas del transporte aéreo pero debemos reconocer también que hay muchos elementos positivos en ese hecho: la mayor cercanía a otras culturas, la posibilidad de comprender in-situ a quien otrora veíamos como extraño o lejano, la posibilidad de mostrar y ejercer la solidaridad cuando alguna catastrofe ocurre en algún lugar del mundo, etc. A pesar de la mercantilización creciente a la que está sometido el mundo del turismo y de los viajes y por la que a veces uno tiene la sensación de no estar viviendo plenamente la realidad de las sociedades a las que visita, me parece innegable que la evolución del transporte ha significado muchísimo en el acercamiento de la raza humana y de sus diferentes culturas.

En ese sentido está jugando un papel más importante si cabe la revolución de las tecnologías de la comunicación que han puesto literalmente al mundo en la palma de una mano permitiendo compartir información y conocimientos al instante y en cualquier parte del orbe. Ya se que nos parece que el fenómeno de internet ha estado siempre entre nosotros pero debo recordar que, tan solo hace diez años era algo no tan difundido como lo es hoy, que hace quince años era una herramienta utilizada por una cierta élite de gente avanzada a su tiempo y que hace veinte años estaba en sus albores.

Si a la aparición de internet le añadimos los avances en la electrónica, la masificación de la telefonía móvil y la proliferación de los teléfonos inteligentes y otros instrumentos similares, tenemos un caldo de cultivo increible para la generalización de una nueva forma de emitir, distribuir y recibir la información y un nuevo modo de comunicarse. La información al alcance de todos en cualquier lugar, sin casi ninguna barrera. Al instante.

No hay duda de que estamos ante avances tecnológicos que están cambiando la faz de la tierra y que hay multitud de elementos positivos en los mismos pero no estoy seguro de que el ser humano, en su más profundo interior, avance a la misma velocidad. Cuando, en los primeros años de este siglo, asistíamos a la primera gran eclosión del mundo económico basado en internet y que acabó en el pinchazo de la llamada burbuja de las “punto com”, yo ya decía que lo que en aquel momento se daba en llamar de forma rimpompante “nueva economía” y que iba a acabar con los males del entramado económico capitalista durante tiempo indefinido al incrementar exponencialmente la eficiencia del sistema, no era ni más ni menos que la misma economía de mercado de toda la vida, con sus cosas buenas y sus cosas malas, solo que mucho más veloz.

Argumentaba ya entonces que las mejoras en la cadena de valor del sistema provocadas por la tecnología contribuirían en una gran medida a la mayor rentabilidad de las empresas que las utilizaran de forma intensiva y solo en una medida más discreta a beneficiar al consumidor.

Pero no quiero volver a hablar de economía sino de la comunicación y de la información globalizada e instantánea que nos llega de la mano de las tecnologías. Es una verdadera revolución, es un gran avance, pero el ser humano no está preparado para ella todavía. Todavía no es capaz de obtener un beneficio social de forma equilibrada. El déficit de educación profunda y humanista de nuestras sociedades, la tendencia al materialismo, al consumismo, a la concentración de nuestra actividad en la consecución de fines materiales, el predominio de los mensajes simplistas de todo tipo dominados por el sacrosanto marketing, crean el peligro de que el enorme repositorio de información digital de nuestro planeta pueda ser usado de formas cuestionables o ser objeto de manipulaciones o de utilizaciones interesadas.

El mismo tipo de reacciones sociales que se daban hace décadas se dan ahora con mayor velocidad, a veces sin que las personas sean capaces de digerir la situación de partida y de encarar de forma más reflexiva el porqué de la reacción a la que se van a sumar.

La información es buena, cuanto más libre mejor. La comunicación es buena, cuantos más instrumentos para comunicarnos, mejor. Pero la educación profunda y humanista, no solo la que necesitamos para producir o consumir más, es imprescindible para utilizar la información y las herramientas de comunicación de forma sensata y al servicio de la colectividad.

¿Para cuándo la revolución de la educación en el planeta? Para cuándo la globalización educativa?


domingo, 14 de octubre de 2012

Historias de la globalización II (Una visión económica)


Acababa mi post la semana anterior recordando la definición de libertad según el Real Dicccionario de la Academia de la Lengua y argumentando en base a determinadas corrientes filosóficas centroeuropeas como el principio de la responsabilidad es el único limitante del concepto de libertad entendido este como la capacidad que tiene el ser humano de poder obrar según su propia voluntad, a lo largo de su vida.

Desde un punto de vista económico, la globalización no es ni más ni menos que la mundialización del sacrosanto principio de la libertad de mercado y que afecta al intercambio de mercancías, de capitales o de trabajo. Así, la globalización ha provocado que compañías que vendían en mercados restringidos lo hagan ahora a escala internacional creando ya no “campeones nacionales” sino grandes grupos globales con un gran poder e influencia y, en ocasiones, con comportamientos oligopolísticos innegables. También se ha producido un éxodo constante de actividades productivas desde países calificados como industrializados hacia países con menores costes relativos, en especial aquellos que poseen excedentes de materias primas, con mercados potenciales de importancia y con costes de mano de obra más bajos.

También ha provocado en lo económico otro tipo de consecuencias tales como el descubrimiento y el desarrollo del talento de multitud de profesionales en países emergentes, el impulso del avance económico en países menos desarrollados y el abaratamiento a nivel mundial de determinado tipo de productos – el caso de la electrónica es paradigmático - haciendo que su adquisición sea posible por cada vez mayor número de consumidores en todo el mundo.

Visto desde otro prisma, la globalización está siendo un claro catalizador del “alejamiento” entre las localizaciones donde obtenemos los recursos, aquellas en las que los producimos y aquellas en las que los consumimos. Este alejamiento ha provocado un incremento brutal de las actividades de transporte a nivel global, una peligrosa disminución de la producción y del consumo “de proximidad” y un notable incremento de las emisiones de CO2 consustanciales a ese fenómeno con el consiguente impacto en el cambio climático y, por tanto, en la sostenibilidad del planeta.

El lector probablemente descubra en los párrafos anteriores algunos elementos positivos que la globalización está implicando para el ser humano pero seguro que entreverá otros que son claramente negativos para el mismo. De forma expresa no he querido listarlos de manera separada. Prefiero dejarlos implícitos en una simple descripción de algunas de las consecuencias facilmente constatables de los procesos globalizadores. Y, prefiero hacerlo así, porque cualquier proceso que surge de la aplicación del libre albedrío humano, y la globalización es uno de ellos, suele tener implicaciones tanto positivas como negativas.

Los defensores de la globalización se aferran a la idea de que la misma equivale a libertad a escala mundial. Que no podemos poner trabas al funcionamiento del libre mercado porque este crea riqueza y ello es bueno para el ser humano. ¿Es eso cierto? La creación de riqueza provocada por la globalización es innegable, ahí están las cifras de crecimiento económico mundial en los últimos veinte años, pero nadie nos ha demostrado que ese crecimiento vaya también acompañado de una más justa redistribución de la misma. Si ustedes van a comprobar cifras sobre la distribución de la riqueza en el mundo en las dos últimas décadas a fuentes tan solventes como las de las NU o las del FMI, se darán cuenta de que el crecimiento de riqueza a nivel mundial ha ido acompañado por un incremento de las desigualdades en prácticamente todo el orbe.

¿Es por tanto el crecimiento de la riqueza bueno para la humanidad o tan solo para unos cuantos?

Pero si nos ceñimos al concepto de libertad, ¿no hemos recordado al principio de este post que el mismo viene limitado por el concepto de responsabilidad? La realización de actos en libertad no es legítima si dichos actos producen consecuencias dramáticas constatables para seres humanos inocentes.

Solo a título de ejemplo, dado que alrededor del concepto de globalización económica podríamos analizar muy diversas situaciones, tenemos el caso de la movilidad a escala planetaria de las clases medias que es un factor provocado por la libertad de mercado a nivel mundial. En las últimas dos décadas, las clases medias norteamericanas y sobre todo europeas que crecieron tras la postguerra como una muestra de la creación de riqueza de un capitalismo compasivo encarnado en el estado del bienestar, se están desmoronando a pasos agigantados. Incluso los países que han conseguido defender mejor su creación de riqueza, como Alemania, están viendo como se incrementa la desigualdad de foma alarmante y como crecen los índice de pobreza.

No debería extrañarnos. Es una simple consecuencia de la aplicación a ultranza de los principios neoliberales a nivel global. Los grandes conglomerados industriales han trasladado su producción desde Europa y desde Norteamérica hacia otras zonas del mundo aprovechando niveles de salarios y condiciones de trabajo que nos hacen recordar a la Inglaterra de la revolución industrial que nos describía Dickens y que origina el rechazo de las sociedades occidentales que, eso sí, no han dudado en consumir compulsivamente los productos allá manufacturados. La pena es que ese consumo se ha basado principalmente en el crédito dado que la generación de riqueza de esos países occidentales, motivado en buena parte por el mismo éxodo de sus campeones industriales y por la imposibilidad de competir con quien trabaja más del doble de tiempo por una décima parte del salario, se ha ido deteriorando y, cual aristócrata en horas bajas, ha despertado a las clases medias occidentales de su sueño de las últimas seis décadas.

Ahora la clase media despierta en oriente y decae en occidente a la espera de que los capitales globales busquen algún otro lugar del mundo con menores costes y que generen en cualquier otra parte nuevas bolsas de incautos disfrazados de clase media dispuestos a consumir sin freno para que la historia se repita.

La diferencia entre el capitalismo industrial que vivió Dickens en las islas Británicas y el que vivimos hoy, es tan solo su alcance global y la ilusión de prosperidad transitoria y consentida que tuvieron las clases medias que lo fueron por necesidad de la maquinaria de consumo, para volver a sus orígenes de pobreza cuando ya no fueron de mayor utilidad.

Este breve ejemplo novelado de una de las consecuencias de la globalización nos demuestra que no se puede alegar la defensa de la libertad cuando se habla de los procesos globalizadores ya que aquellos pocos que toman las grandes decisiones económicas a nivel empresarial son conscientes de sus actos y saben que sus decisiones se basan en la utilización de la pobreza de unos para incentivar el consumo de otros hasta llevarlos a su vez a la pobreza en el largo plazo y repetir ese péndulo de decisiones en el que, a lo largo de la historia, siempre ganan los mismos. La responsabilidad de los decisores es innegable y por ello les niego la libertad de actuar así. El verdadero liberalismo de corte humanista es otra cosa. No eso.




domingo, 7 de octubre de 2012

Historias de la globalización I (una visión general)


Muy probablemente no exista hoy proceso más controvertido en nuestro planeta que el de la globalización. Si atendemos a la definición que del mismo nos facilita Wikipedia - por cierto, una de las muchas herramientas que a la vez son causa y consecuencia del mundo globalizado -, leemos que se trata de un proceso económico, tecnológico, social y cultural a gran escala, que consiste en la creciente comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo unificando sus mercados, sociedades y culturas, a través de una serie de transformaciones sociales, económicas y políticas que les dan un carácter global.

Ese proceso se intensifica tras la caida del muro de Berlín, al desintegrarse un bloque de sociedades ajenas al juego del libre mercado y que se incorporaron en un tiempo record en el mundo capitalista. Pero sobre todo, el proceso alcanza una gran velocidad de crucero en la última década con la eclosión de internet y el impacto que la evolución tecnológica ha tenido en la rapidísima difusión de la información en todo el planeta.

Me gustaría, en una serie de artículos al respecto de este fenómeno, dar una visión lo más fría posible, pero de forma muy particular, desde un punto de vista humanista, acerca de la globalización.

Como siempre que nos preguntamos acerca de un proceso social, tenemos que valorar lo que aporta al ser humano desde muy diversos aspectos y para ello es imprescindible también ser muy consciente de los principales elementos que son génesis de ese proceso. En el caso que nos ocupa, nos enfrentamos a algo que surge por varios motivos que se concatenan en el tiempo, sobre todo en los últimos veinticinco años:
  • La libertad de mercados que, con mayor o menor amplitud y profundidad, reina sobre la economía mundial desde finales de la década de los ochenta del siglo pasado.
  • El abaratamiento relativo de los coste de transporte que ha permitido a ingentes cantidades de personas de clase media de muy distintos países del mundo, viajar y conocer mejor otras gentes y otras culturas.
  • La revolución de las tecnologías de la comunicación que han puesto literalmente al mundo en la palma de una mano permitiendo compartir información y conocimientos al instante y en cualquier parte del orbe.
  • Por último, aunque no menos importante, la existencia de una cultura dominante – por lo menos hasta ahora – durante todo este período y que ha tenido una influencia innegable en la forma en el que el proceso globalizador se está llevando a cabo: la cultura anglosajona o, para ser más exactos, la visión del mundo impulsada por los Estados Unidos y por el Reino Unido.
En las próximas semanas abordaré en más detalle la visión de la globalización desde cada uno de los cuatro pilares que la posibilitan, Hoy solo quiero hacer unas reflexiones generales. Los cambios sociales no son en sí buenos o malos, tan solo son una cosa u otra desde la postura ideológica de quien los analiza. A título de ejemplo, la rígida islamización política y cultural de determinadas sociedades de religión mayoritariamente musulmana puede ser vista como peligrosa y negativa por los sectores más prooccidentales de esos países pero sin embargo, muy positiva y necesaria por otros sectores más tradicionales de esas sociedades. En lo que respecta a la islamización es evidente que, si se conculcan los derechos humanos fundamentales, tal y como estos se describen en la Carta de las Naciones Unidas, deberíamos alinearnos todos en uno u otro bando. Pero no voy a entrar en eso ahora, tan solo quiero destacar la dificultad de tener una opinión muy sólida sobre determinados procesos sociales complejos y, créanme, la globalización es probablemente el proceso social actual de mayor alcance y complejidad.

La globalización nace del concepto de libertad y los mayores adalides de aquella la defienden a ultranza basándose precisamente en la reflexión de que poner coto a la globalización sería como poner coto a la libertad y, naturalmente, eso desde las sociedades occidentales actuales, suena verdaderamente fatal por lo que muy pocos nos atrevemos a criticar ese proceso vaya que nos tachen de lo que no somos o por lo menos, creemos no ser.

Pero, ¿a qué libertad nos referimos? Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, entendemos por libertad la capacidad que tiene el ser humano de poder obrar según su propia voluntad, a lo largo de su vida, por lo que es responsable de sus actos. Es el principio de la responsabilidad el que limita la actuación de la libertad. Por ello filósofos como el austríaco Steiner argumentan que es obvio que no puede ser libre una persona que no sabe por qué actúa. Es libre aquél que sabe porqué hace las cosas, sabe valorar sus motivaciones y puede inferir las posibles consecuencias de sus actos.

Ahi está la clave de la interpretación crítica de la globalización. Solo si interpretamos ese fenómeno desde una visión responsable de la libertad podremos decantarnos en uno u otro sentido pero, para ello, tendremos esperar a las siguientes entregas. 

domingo, 30 de septiembre de 2012

El pensamiento independiente o el dilema de Tomás Moro


Muchos de ustedes conocerán la historia de Tomás Moro, teólogo, político y pensador, Lord Canciller de Inglaterra bajo el reinado de Enrique VIII. Hombre sabio y equilibrado según los cronistas de la época, que tuvo la gran desgracia de enfrentarse con su rey, indignado por la política practicada por este en varios frentes. Entre ellos, el más conocido y llevado en diversas ocasiones a la literatura y al cine, fue el enfrentamiento con su monarca a raiz de la iniciativa de divorcio de este y el consecuente enfrentamiento de Inglaterra con la Iglesia Católica.

No entraré ahora a valorar la posición de Tomás Moro sobre el hecho del divorcio en particular. Probablemente su postura tal cual sería difícilmente defendible en la sociedad actual pero sí quiero valorar la posición relativa del personaje ante el poder imperante y ante los condicionantes históricos del momento. Tomás Moro pertenecía a una de esas minorías de personas que están tan convencidas de la bondad y de la legitimidad de sus posturas que acaban defendiéndolas con todas sus consecuencias. Les recuerdo que al pensador y político británico le costó literalmente la cabeza enfrentarse a su rey o, lo que viene a ser lo mismo, enfrentarse al pensamiento dominante en aquel momento.

En nuestra sociedad solemos magnificar la importancia de los valores democráticos, a veces en un sentido no demasiado acertado. Todo nos lleva a pensar que las mayorías llevan la razón porque eso es democrático pero, normalmente, son ciertas minorías conscientes de los retos científicos, sociales o económicos las que encabezan la innovación y los movimientos de cambio, las que se aperciben de las tendencias a largo plazo y son capaces de reaccionar como líderes de opinión para avanzar grandes líneas de pensamiento y de acción. Suelen ser ciertas minorías ilustradas las que corren con evidentes riesgos huyendo de algunas macro tendencias en la que se sumerge la población en general de forma no siempre demasiado fundamentada y meditada, y que son capaces de identificar los verdaderos problemas y los verdaderos dilemas alejándose del pensamiento único dictado por el establishment político y mediático. Recuerden sino a Galileo. ¿Quién llevaba la razón: esa minoría reflexiva y heterodoxa, en este caso representada por Galileo, o la mayoría seguidista de la época que defendía que la Tierra era plana?

Son esas minorías silenciosas las que se atreven a pensar de forma distinta, a proponer preguntas inusuales, a poner a los poderes públicos y a los poderes fácticos ante cuestiones incómodas mientras estos despistan al personal con falsos dilemas y cuestiones creadas artificialmente, casi siempre por motivos interesados e inconfesables.

Encontramos a ese tipo de minorías en muy diversas ubicaciones: en las empresas, en el sector público, en la política, en los medios de comunicación, en la comunidad científica, en el tercer sector y en general en casi cualquier organización social. Suelen ser esos personajes de aguda intuición, con inteligencia social, que llevan su pensamiento y sus opiniones más allá de lo políticamente correcto. Otras veces son ciudadanos normales que simplemente no se dejan arrastrar por las corrientes dominantes y quieren ejercer su derecho a ver las cosas de otra forma. Son aquellas personas que, cuando todo el mundo habla de determinados temas, ellos se atreven a lanzar preguntas distintas, a ver las cosas desde un angulo diferente al del común de los mortales. Personajes, por desgracia, habitualmente incómodos. Por ello esas minorías suelen correr graves riesgos reputacionales y de todo tipo. Son estigmatizadas como los "freakies" de la opinión social, vistas con extrema prevención tanto por parte del establishment como por parte de la sociedad en general. Casi nunca obtienen recompensa por el hecho valiosísimo de ser capaces y de tener la valentia de formular las preguntas adecuadas que permiten que la sociedad avance y de no dejarse llevar por el pensamiento único tan insólitamente propio de nuestras democracias occidentales.

Por desgracia esos riesgos provocan también que, en demasiadas ocasiones, esos pensadores independientes sean ninguneados, apartados de los foros de debate social o científico y tratados como verdaderos apestados por los apóstoles del pensamiento único.

Tal vez Tomás Moro fue un precursor de lo difícil que resulta para ciertas minorías mas o menos ilustradas enfrentarse con la razón y la inteligencia ante la tendencia humana a crear pensamientos únicos y monolíticos que requieren de adhesiones inquebrantables. Tomás Moro pago con su cabeza ese atrevimiento y, en nuestra sociedad moderna, hemos acuñado tambien la expresión "cortar la cabeza" para aquellos que son desposeídos de sus cargos o responsabilidades por enfrentarse al poder establecido.

Es evidente que no hemos mejorado demasiado en los últimos cinco siglos. Por ello deberian ustedes reconocer conmigo que, aunque es una pena que no pueda dado que la cabeza estaba separada de su tronco en el momento de recibir sepultura, si Tomas Moro levantara la cabeza, se llevaría una enorme decepción por lo poco que han cambiado las cosas, por lo menos en lo que respecta al tema que nos ocupa. Como mínimo tendría la satisfacción parcial de constatar que a aquellas personas que, como él, hacen gala de un pensamiento independiente del impulsado por los líderes o alejado de las tendencias sociales dominantes, ya no se les suele cercenar la cabeza, por lo menos en el sentido literal de la palabra.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Politicastros y ciudadanillos


Leía hace poco una afirmacion de Lluís Foix en La Vanguardia diciendo que, por desgracia y salvo raras excepciones, los políticos que perduran en el poder son aquellos que gobiernan pensando en el próximo ciclo electoral mientras que aquellos que lo hacen pensando en las próximas generaciones suelen ser desalojados con bastante rapidez de sus posiciones de dominio por parte del electorado.

Esa lectura me hizo pensar en la naturaleza de la evolución de la democracia en los países de nuestro entorno, en la manera de hacer de la llamada clase polítca y en el papel del ciudadano, no solo como tal sino también como elector. Yo también afirmo, como hace Foix, que la inmensa mayoría de políticos gobierna pensando en como ser reelegidos. Ese tipo de político, llamémoslo el político profesional, es además perfectamente capaz de lanzar de forma consciente cualquier tipo de mensaje manipulador que pueda satisfacer a su parroquia habitual o atraer a parte de la parroquia de la competencia.

De esa forma la democracia se ha convertido en campo abonado para el marketing y son las estrategias de esta disciplina propia del mundo empresarial las que dominan el devenir de lo público transformando al ciudadano en un consumidor con fobias o filias hacia determinadas marcas políticas. Fobias y filias que casi nunca están vinculadas con una ideología profunda basada en una reflexión madura, bien formada y bien informada, sino simplemente con un papel seguidista de los principales mensajes de marketing político que se disputan el mercado.

Asistimos continuamente, además, a vergonzosas manipulaciones o intentos de manipulación del ciudadano por parte de los poderes públicos más dispares en la mayoría de paises de cierta tradición democrática. A título de ejemplo hemos asistido recientemente en España a la lucha mediática entre dos partidos políticos que pretendían capitalizar la eventual llegada de un macroproyecto empresarial -de indudable importancia a corto pero de una más que discutible idoneidad a largo plazo- y su posible instalación en sus respectivas zonas geográficas de influencia. Me parece de mal gusto el observar como se ha jugado con el ciudadano, como se han estudiado los tempos por parte de ambas formaciones políticas. Me parece un insulto a la inteligencia el ver como mientras una administración filtraba a los medios la decisión, favorable a sus intereses, de un determinado grupo empresarial, restregándola fínamente ante el rival, la otra contrarestaba con el anuncio oficial inesperado de una inversión de carácter similar por parte de otro entramado empresarial. Vamos, una especie de juego barriobajero en la que una parte rivaliza con la otra para ver “quien la tiene más larga”. Ese tipo de político actual que es predominante es al que yo llamo sin titubeos el “politicastro”. El que, independientemente de que tenga o no buenas intenciones, es capaz de manipular a la opinión pública y de intentar sin pudor crear estados de opinión basándose en la falta de información de la ciudadanía.

Pero ese politicastro solo puede pervivir en sistemas en los que el ciudadano ha abdicado de su papel de soberano democrático y se ha vuelto conformista, solo preocupado por el bienestar material. Un ciudadano no demasiado preocupado por tener una educación humanista sólida y universal. Que se procura solo aquella información que avala sus filias y rechaza aquella que molesta a su consumismo político. Vamos, el ciudadano que, como aquel buen seguidor de un determinado club de futbol, tan solo lee la prensa afin al equipo de sus amores olvidando otras realidades y otras opiniones. Ese ciudadano al que yo, muy a mi pesar, califico como “ciudadanillo”.

El politicastro y el ciudadanillo se necesitan y se alimentan mutuamente. El primero porque necesita del segundo para su pervivencia y, para ello hace todo lo que está en su mano: manipula, desinforma, formula y defiende sistemas educativos sesgados y no suficientemente humanistas que permiten que su sistema partitocrático perdure. El segundo porque conviene a su felicidad infantil dejarlo todo en manos del primero y continuar siguiendo con sus filias y sus fobias. Porque, como dice un buen amigo mío, el ciudadanillo se comporta a veces como un niño que prefiere seguir dependiendo de los demás en lugar de arriesgarse y tomar las riendas de su destino. Nuestro actual sistema social está diseñado para crear ciudadanillos: dependiendo de la familia hasta muy tarde una vez se acaban los estudios o se puede ingresar al cada vez más difícil mundo laboral, abandonando la vida profesional muchas veces de forma prematura debido a un inesperado ERE o a una jubilación temprana y pasando a depender, en muchas ocasiones sin desearlo, de los diferentes sistemas de ayudas públicas.

Tan solo una educación sólida puede acabar con esta tendencia. Empezando desde la familia y siguiendo por una escuela verdaderamente plural. Me temo, por desgracia, que pueden pasar diversas generaciones hasta que eso sea una realidad.

Añoro a los políticos con mayúsculas pero añoro mucho más a los ciudadanos, también con mayúsculas, que son los únicos que pueden revertir la situación. ¿Para cuándo manifestaciones multitudinarias que busquen un profundo cambio constitucional? ¿Para cuándo manifestaciones que lleven como lema la modificación de la ley electoral y de la ley de partidos abriendo estos a un formato verdaderamente democrático y alejándolos de las élites anquilosadas y endogámicas en que se han convertido?

Tal vez me sienta hoy un tanto pesimista pero me da la impresión de que tenemos para mucho, mucho tiempo de politicastros y ciudadanillos.

viernes, 31 de agosto de 2012

Elegía al largo plazo

Hola amigos. Después de la pausa veraniega voy a retomar my post semanal con un artículo que escribí hace muy poco y que publiqué, entre otros medios, en www.compromisorse.com.

Como contraposición al pensamiento cortoplacista, una visión a largo plazo de la sociedad y de la economía parecen necesarias para recuperar el rumbo y para devolver el sentido a las cosas así como para asegurar que la propia economía y la política se ponen al servicio del género humano y no al revés.

Por desgracia esa capacidad de pensar en mayúsculas, de pensar en el largo plazo y de lograr que las decisiones a corto estén bien enmarcadas en objetivos de mayor alcance parece pasar por horas bajas. De ahí que escribiera "Elegía al largo plazo". Disfrútalo.


jueves, 2 de agosto de 2012

¡No sabéis cómo añoro los principios de la década de los 90!


Probablemente podría añorar esa etapa por muy diversos motivos pero esta vez, dado que nos encontramos a principios de agosto y que este va ser mi ultimo post hasta inicios de septiembre, me ceñiré solamente al concepto de las vacaciones y a como se vivían hace tan solo dos décadas.

Las vacaciones son un periodo de descanso necesario para el ser humano, de ruptura con la rutina, de cambio de escenarios, de regeneracion vital. Las vacaciones son precisas para recuperar la ilusión y la frescura, para congraciarse con la familia mas cercana, para profundizar en el conocimiento de los amigos y para vislumbrar el horizonte con mayor perspectiva.

Por desgracia esa finalidad de los periodos vacacionales, como tantas otras cosas, tambien está hoy en peligro debido a la globalización, a la irrupción imparable de las tecnologías y a la insaciable voracidad del entorno empresarial que enguye la vida y el tiempo de sus hijos cual Saturno insaciable. Pero mas peligroso que esos factores es la incapacidad del ser humano de saber romper cuando es necesario con las inercias propias y las costumbres transformadas en patologías.

Alumbremos lo que quiero decir con un ejemplo relativo a mi propio periodo vacacional que iniciare en breves dias. Dado que muchos de mis partners y projectos están en el resto de Europa o en America, quienes tienen costumbres vacacionales muy distintas a las españolas, voy a tener que estar en contacto más o menos continuado por si surgen novedades inesperadas. Es mas, mis partners alemanes, franceses o peruanos, no dudaran en llamar directamente a mi teléfono móvil si consideran que un determinado tema es urgente, lo sea realmente o no, a pesar que que esté disfrutando de un merecido periodo de descanso o de que algún otro profesional esté supliendo mi ausencia por si acaso.

El teléfono móvil se ha convertido en una coartada para cualquier cosa porque se supone que debes atenderlo en cualquier momento y situación. No hemos interiorizado un protocolo de actuación racional para ese aparato que interrumpió en nuestras vidas no hace tanto. De hecho, el ser humano ha adaptado sus costumbres a la existencia del nuevo aparato y no al revés. El teléfono móvil, o serán sus usuarios, no respetan ni los periodos de descanso, ni las vacaciones, ni las mas elementales reglas de urbanidad y algunos, afortunadamente no todos, clientes, partners o todo tipo de relaciones, se sienten en el pleno derecho de llamarte en los momentos mas intempestivos por cualquier motivo, siempre supuestamente razonable para el emisor de la llamada.

Pero, ¿y usted?, confiéselo, ¿no me dirá que no ha contestado en alguna ocasión el teléfono móvil cuándo está sentado en el inodoro o saliendo de la ducha, por no imaginar situaciones más escabrosas?

Aunque no solo es el telefono móvil, también es el correo electrónico, o las redes sociales. “Te envié un correo esta mañana y todavía no me has contestado ¿cómo es posible? ¿hace unas horas he enviado un tweet y no has dicho nada? ¿es que ya no compartes tus fotos en facebook?...”

Ya no existe la piedad ni la presunción de descanso para el profesional de hoy en dia. Si deseas priorizar tu privacidad corres el riesgo de que te vean como a un bicho raro. No se puede entender que no estés contestando los mails o cualquier otro tipo de mensaje prácticamente al instante.

Pero permítanme volver a mi caso. Tengo un conference call justo en medio de las vacaciones, me van a enviar dos contratos para que los revise, mi móvil debe permanecer abierto porque hay algun proyecto que puede tener complicaciones, mis seguidores pueden pensar que estaré escribiendo posts o tweets desde la playa mas recóndita a la vez que cuelgo fotografías en facebook convirtiendo asi unas vacaciones de relajación y descanso en una terrible esclavitud hacia las pérfidas herramientas que se supone hacen nuestra vida mas eficiente, conectada y placentera. ¿O seré yo el problema porque no puedo prescindir de la conexión tan solo durante unos días?

Recuerdo aquellos años de principios de los noventa en los que estas maravillosas herramientas no existían y en que los problemas que pudieran surgir durante los períodos vacacionales, cada vez más cortos por otro lado, se solucionaban igual sin tener que tener tu vida expuesta en un escaparate publico que escapa totalmente a tu control. Tal vez la comunicación era mas lenta y farragosa pero, desde luego, el respeto propio y ajeno al descanso y a la privacidad humana estaba por encima de otras consideraciones salvo circunstancias verdaderamente excepcionales

Durante estas vacaciones he pensado en no llevar conmigo ni teléfono móvil ni artilugios tales como tablets o similares que me permiten estar permanentemente conectado pero en el ultimo momento cambie de opinión, ¿qué culpa tienen los susodichos artilugios cuando el único culpable es uno mismo, el que no sabe utilizarlos de una forma racional y ponerlos verdaderamente al servicio del ser humano?

Tal vez sea yo el que no deba marchar de vacaciones y deba buscar así la correspondiente penitencia por ser incapaz de prescindir de tan maquiavélicos instrumentos.

En cualquier caso, la decisión la tomare en las próximas horas. Descansa y, para ello, desconecta en el sentido mas estricto de la palabra. Feliz verano.

martes, 24 de julio de 2012

De la verdadera naturaleza de la deuda


Con la mayor de las probabilidades si hiciera una encuesta entre mis lectores acerca de la naturaleza del concepto deuda, recibiría respuestas como: es dinero que te han prestado y que tienes que devolver, son cantidades que te alguien te adelanta para que tú puedas adquirir bienes o cualquier tipo de activos para lo que no posees transitoriamente suficiente liquidez, son cantidades que necesitas, que alguien te deja y que tienes que devolver pagando además de la devolución un tipo de interés, etc., etc. Si uno acude al diccionario de la deuda de la Real Academia Española, en él se define deuda como “Obligación que alguien tiene de pagar, satisfacer o reintegrar a otra persona algo, por lo común dinero”.

Pero yo quisiera hoy darles una visión un tanto heterodoxa de lo que es la deuda, probablemente no excesivamente académica pero extremadamente realista y económicamente de plena vigencia. Lo que ocurre es que, en muchas ocasiones, tanto prestamista como prestatario no son plenamente consciente de esta visión.

Yo definiría deuda como aquella cantidad de dinero que un agente económico es capaz de conseguir prestada de terceros ante la convicción de estos de que, en el momento en que deba ser devuelta, el prestatario seguirá generando confianza para que el mismo prestamista o cualquier otro, le siga prestando. Si se fijan ustedes, a nivel agregado, este concepto lleva emparejado el de cierta perpetuidad de la deuda. Por tanto, las deudas, no se pagan a vencimiento (por lo menos no todas) sino que, en buena medida, cambian de prestamista, cambian de prestatario o cambian de modalidad.

Podemos analizar ejemplos diversos en los que eso es así. Un préstamo promotor -cuando esta modalidad existía en los felices años en los que se construían viviendas como quien produce caramelos- por el que un banco financia a un promotor la construcción y venta de una serie de viviendas. Cuando vence el préstamo promotor no se elimina la deuda, solo cambia de plazo y de manos porque esta se suele “devolver” en una buena parte mediante la subrogación de préstamos hipotecarios por parte de los compradores. Es decir, la deuda agregada sigue existiendo e incluso se hace mayor.

O cuando hablamos de la deuda pública. ¿Para qué son las emisiones de deuda a largo plazo de tantos y tantos gobiernos? Muy sencillo, para amortizar otra deuda emitida tiempo atrás. Una vez más, la deuda agregada sigue existiendo e incluso se incrementa por los gastos financieros. Solamente ha cambiado el prestamista. Y si nos referimos a las empresas, tenemos el ejemplo de la llamada deuda circulante, pólizas de crédito o anticipo de efectos a corto plazo que, en teoría deben devolverse a su prestamista en períodos cortos, pero una vez más no es así. En muchísimas ocasiones las pólizas de crédito se devuelven mediante la renovación de las mismas bien por el mismo banco que la concedió o mediante la concesión de otra póliza igual o superior por parte de otra entidad financiera. También aquí la deuda agregada se mantiene.

No voy a aburrirles con detalles y datos financieros que puedan ejemplificar lo que digo pero les aseguro que es así y que, probablemente por desgracia, hemos ido a parar hacia un concepto de la deuda muy distinto al que ustedes mencionaban en la imaginaria encuesta del primer párrafo o en el concepto acuñado por la RAE. A nivel agregado en una economía la deuda se concede, no estrictamente para ser devuelta por los recursos generados por el deudor sino para que, al mantener la confianza de los prestamistas en el prestatario, este último no tenga problemas en conseguir nueva deuda en los momentos necesarios.

Por lo tanto, si damos como válida esa acepción, deberíamos llegar a la conclusión ésta sí más ortodoxa- de que la cantidad de deuda máxima aceptada en cualquier sistema económico (una familia, una empresa o un gobierno) es aquella cuya carga de la deuda -principales a devolver más sus gastos financieros- es todavía suficientemente razonable para que los prestamistas sigan confiando y se mantengan interesados en seguir prestando.

Si nos centramos en la deuda de los estados, por ejemplo el español y haciendo algunos números redondos, la deuda pública asciende a alrededor de un 80% del PIB. El PIB se sitúa en más o menos, un billón de euros. Eso quiere decir que la deuda total es de unos 800.000 millones de euros. Recuerden que los ingresos presupuestados (que no reales) para 2012 en los presupuestos generales del Estado, ascienden a cerca de 120.000 millones de euros. Dado que no hay superavit (los gastos superan a los ingresos), salvo que nos vendiéramos el país a trozos, en esta situación necesitaríamos mucho más que la eternidad para poder devolver esas deudas.

Sin embargo, si por arte de birlibirloque (alquien nos condona una parte de la deuda, hace su aparición una inflación más alta que en unos pocos años rebajara el valor real de lo adeudado, o nos compraran activos y con ellos pudiéramos amortizar), la deuda se rebajara a 500.000 o 600.000 millones de euros y, por ejemplo, tuviéramos un déficit público pequeñito (1%-2%) o nulo, técnicamente seguiríamos sin poder pagar esa ingente cifra por toda la eternidad. Sin embargo, se habrían creado las condiciones para que el mundo de los inversores eternos que siempre buscan lugares tranquilos para invertir su dinero, prestaran en la convicción de que, cuando necesitaran recuperar su dinero, algún otro prestamista haría posible que la deuda cambiara de manos.  

domingo, 15 de julio de 2012

El lider cretino


En los últimos años he dedicado buena parte de mis esfuerzos profesionales al campo de la gestión de los recursos humanos y a la mejora del desarrollo y de la aportación de las personas en las organizaciones.

Dentro de ese ámbito profesional uno de los aspectos más estudiados y teorizados es el del liderazgo. Que si el liderazgo situacional, que si el liderazgo emocional, que si el lider al servicio del equipo, que si las “n” características del lider, que si el lider del siglo XXI, que si deporte y liderazgo, que si el liderazgo en el ámbito político, que si … En el fondo debo reconocer que me aburren un poco todas esas teorías y generalizaciones sobre algo tan complejo como es el comportamiento de las personas que tienen el honor, el deber y la responsabilidad de ser impulsores y estandartes de cualquier tipo de actividad llevada a cabo por un grupo humano. Demasiada palabra vacía, demasiada generalidad y demasiada obviedad. Se puede reflexionar sobre esa función pero no hay escuelas que valgan para la misma.

Pero hoy me siento un tipo normal de esos que hacen cosas normales y pretenden hacer de la difusión de la obviedad su modus vivendi y quiero añadir algunos elementos de debate a la teoría del liderazgo. Lo que ocurre es que lo quisiera hacer desde otro punto de vista tal vez no tan ampliamente estudiado. El de los procesos de transformación que sufren muchos líderes. Yo lo llamo, con el permiso de mi buen amigo José Manuel Farto, teorizador también de estas realidades, la cretinización del lider.

Empecemos por una pregunta sencilla: ¿cómo es posible que personas tan inteligentes, sólidas, expertas y bien formadas como las que dirigen tantas empresas, organizaciones y países puedan caer en la mayor de las indigencias intelectuales y cometer los errores más crasos sin cuestionarse sus acciones y, lo que es peor, sin rectificar en los momentos en los que perciben que los errores cometidos son evidentes?

Durante años he estado observando los hechos alucinantes que ocurren en tantas y tantas organizaciones, el comportamiento y las decisiones de directivos y lideres y los estragos evidentes que muchos de ellos han causado en sus empresas a pesar de su brillante trayectoria, su potente curriculum e incluso su compromiso más decidido con la misión del grupo humano que dicen liderar. Y he llegado a una conclusión clara: en la inmensa mayoría de casos en los que el directivo perfecto ha acabado siendo un desastre para su organización, ese individuo había pasado por un proceso previo de “cretinización”.

El Diccionario de la Real Academia Española define cretino como aquella persona afectada por una enfermedad caracterizada por un peculiar retraso de la inteligencia, acompañada, por lo común, de defectos del desarrollo orgánico, o bien, desde un punto de vista más general, como una persona estúpida, idiota y falta de talento. Pero, ¿cómo puede una persona que está en una posición de dirección, con un alto nivel de formación, una inteligencia constatada, con una gran experiencia, etc., etc., transformarse en un cretino? Muy fácil: por la falta de democracia interna en la organización que dirigen y por la rigidez de sus estructuras que vienen normalmente acompañadas por una cierta falta de responsabilidad y madurez en términos generales de las personas que son objeto de su rol de dirección.

En el fondo es muy sencillo, ponga usted a una persona capaz y brillante al frente de un país o de una empresa. Digamos que esa organización está dotada de unas normas y de unas estructuras bastante rígidas y complejas de cambiar. Rodeemos a ese lider de otras personas que le acompañan le ayudan y le dan soporte. En términos generales hablamos de personas capaces aunque, como siempre, de todo hay en la viña del Señor. El sistema de toma de decisiones está basado, como suele ocurrir, en las mayorías accionariales o en la superioridad de la jerarquía por encima de cualquier otra consideración. En ese tipo de sistemas, los más habituales por cierto, las decisiones del lider están validadas per se. De hecho me recuerdan mucho al origen Divino del derecho de los monarcas absolutos a ser reyes. Soy rey porque Dios lo ha querido así o, mi decisión no es cuestionable porque gozo de la mayoría accionarial o porque unos estatutos o cualquier otro tipo de papel o documento avalan mi jerarquía sobre el resto de la organización. No existen o son muy débiles los sistemas de contrapoder y la democracia interna es frágil o inexistente. Adivinen lo que ocurrirá.

En alguna ocasón el lider más capaz tomará una decisión equivocada. Todos somos humanos. Sus colaboradores capaces más cercanos lo advertirán e intentarán discutirlo con el lider pero los colaboradores incapaces se alinearán con la posición del primero cambiando el rol de profesionales comprometidos por el de acólitos del poder. El lider, confuso por la diferencia de criterios en su entorno, se reafirmará en sus posturas para dar sensación de solidez y no ver comprometida su jerarquía dando así un primer paso hacia su cretinización. Poco a poco el brillante lider irá perdiendo la visión de la realidad, confundiendo el color de esta con el color del cristal a través del que el lider y sus secuaces la observan, cada vez con menos voces discordantes. Con el paso del tiempo, los profesionales capaces, hartos de soportar el proceso, irán abandonando la organización dejando al equipo del lider convertido en un verdadero ejército de acólitos y de profesionales del aplauso, la adulación fácil y del tráfico de prebendas de un lider cada vez más mesiánico. Segundo paso hacia la cretinización.

Los errores se irán produciendo con más profusión y la organización comenzará a padecer problemas impensables en otros tiempos pero el pensamiento único generado ya habrá borrado todo tipo de posible vía alternativa de reconducir las cosas y el lider y sus acólitos se empecinarán sin éxito en las recetas del pasado. En ese momento habrá que buscar culpables que aminoren la culpa del líder y eso será fácil de encontrar en aquellos profesionales capaces que dejaron la organización por su escasa autocrítica y su falta de democracia interna. En ese empeño se empecinará el otrora brillante lider con el apoyo entusiasta de sus ineptos acólitos cargando las culpas de su mala suerte en las acciones pasadas de los que ya no están para defenderse dando así un tercer y definitivo paso hacia la cretinización.

El único caldo de cultivo en el que una organización de cualquier tipo puede evitar el proceso de cretinización de sus líderes -porque hasta el lider más brillante y capaz puede convertirse en un insultante y peligroso cretino- es el de una estructura en la que la ética, los contrapoderes, la democracia interna y la relatividad del ejercicio del poder y de la jerarquía son la norma.

Discúlpenme si les he aburrido pero observen a su alrededor y piensen en grupos humanos, empresas, países, partidos políticos, lo que les ocurra y mediten si a bastantes de sus lideres no se les podría aplicar la teoría de la cretinización. Estoy seguro de que les vendrán a la mente rostros y situaciones y, con una sonrisa triste, me darán la razón.

lunes, 9 de julio de 2012

Economía y un poquito de humor

Economicitis bacteriana. En mi post semanal quisiera compartir con vosotros un divertido artículo de Francesc Beltri en la revista Yorokobu. ¡Hay que sonreir de vez en cuando!


Me acaban de diagnosticar de Economicitis bacteriana severa. La sintomatología es inequívoca: en contra de mi voluntad, utilizo un vocabulario que me es extraño. En contra de mi voluntad, hablo constantemente con fingido conocimiento y autoridad sobre prima de riesgo, déficit, rescate bancario, FMI, agencias de calificación, recesión, coste de la deuda, pacto fiscal y...
http://www.yorokobu.es/economicitis-bacteriana/ 

lunes, 2 de julio de 2012

El compromiso de la sociedad civil: la casa dels Xuclis


Esta semana he decidido cambiar el sentido habitual de mi post y centrarme en un ejemplo concreto de como la acción civil y el compromiso de las personas puede cambiar las cosas. Por una serie de motivos, recientemente he podido visitar “La casa dels Xuclis”, www.lacasadelsxuclis.org, un hogar para familias de niños afectados por enfermedades oncológicas sita en Barcelona y que ha sido promovida por Afanoc (Asociación de familiares y amigos de niños oncológicos de Catalunya), www.afanoc.org

Además de otros muchos servicios de apoyo a colectivos afectados por el cáncer infantil, la casa dels Xuclis recoge a familias procedentes de fuera del área metropolitana de Barcelona cuyos hijos tienen problemas oncológicos y que se ven obligados a pasar largos periodos en algunos hospitales de referencia de Barcelona para su tratamiento. Familias sin medios suficientes e incluso familias de clase media a las que el duro golpe del cáncer de su hijo obliga a alguno de los padres o a ambos a dejar el trabajo, en el caso de que tengan la fortuna de tener uno, y a afrontar enormes costes logísticos e incluso médicos para poder afrontar la enfermedad.

Pero en el día de hoy en el que tanta y tanta gente glosa las hazañas de los héroes de "la roja" me ha parecido importante rendir tributo a los verdaderos héroes callados de nuestra sociedad. Héroes como el  grupo de familiares que sufrieron en sus propias carnes el difícil trago de que sus hijos se vieran afectados por un cáncer y que, sin medios suficientes hace ya unos cuantos años, se vieron obligados a malvivir, a pernoctar en coches, en pensiones o en el más afortunado de los casos en casas de familiares, solos mientras sus hijos recibían los correspondientes tratamientos y, con ellos, en los días que tanscurrían entre sesiones, fue el que cambió las cosas. El esfuerzo titánico y desinteresado de esos verdaderos héroes, de ese grupo de personas sensibilizadas, algunos de ellos que desgraciadamente acabó perdiendo a su hijo, ha hecho realidad muchos años más tarde un proyecto de asistencia pionero en Europa y que dice mucho de las potencialidades positivas de nuestra sociedad en estos momentos en los que todo lo vemos de un color turbio y desagradable y en el que la desconfianza reina por doquier.

Sin embargo, la casa dels Xuclis, como tantas otras asociaciones y entidades de importantísimo impacto social y cultural sin ánimo de lucro, no es ajena a la situación en la que nos encontramos y a pesar de los esfuerzos de sus promotores por incrementar las acciones tendientes a captar dinero de donación y a obtener ingresos por fuentes de explotación  tales como el merchandising, proyectos de investigación sobre su campo de especialidad y otras actividades especiales de carácter privado, todavía tiene un largo camino para recorrer y conseguir sustituir en la mayor medida posible la financiación procedente tanto de diversas administraciones públicas como de las subvenciones privadas que provenían del mundo, hoy en dilución, que conformaban las obras sociales de las casi extintas cajas de ahorro.

En ese contexto del que la casa dels Xuclis es tan solo un exponente, se encuentran multitud de asociaciones, fundaciones y movimientos de alto impacto social que pueden ponerse en peligro de mantenerse la actual situación financiera y de no reaccionar la sociedad de forma rápida ante estos retos.

Es cierto que hay asociaciones e iniciativas de todo tipo cuyo impacto social o cultural es más que dudoso y que, debido a la situación que vivimos no superarán el reto de mantenerse en activo sin que  la sociedad note en demasía su desaparición. Sin embargo, hay otros muchos movimientos, - a mi juicio la casa dels Xuclis es uno de ellos -, cuyo impacto positivo en la sociedad es innegable y de difícil sustitución en el caso de que tengan la desgracia de desaparecer.

La actual situación económica es una oportunidad para que la sociedad en mayúsculas, sin confundir  sociedad con el sector público que tan solo es una expresión más de la misma, tome la iniciativa en tantas y tantas asociaciones y fundaciones de relevante importancia social o cultural a través de la donación desinteresada de tiempo, de pensamiento, de trabajo o de dinero y que tenga un papel importante en la viabilización a largo plazo de esas iniciativas.

A través de la donación material o intelectual no solo se viabilizan iniciativas de alto valor social sino que la sociedad civil gana en madurez y en peso ante una democracia y una administración pública centradas en sus propias miserias, anquilosadas y burócratas. El ciudadano y la sociedad ganan peso y poder ante un estado que no puede sustituir el empuje de una ciudadanía cuyo dinamismo debe acabar propiciando un cambio fundamental en el margo legal y democrático obligando a los Estados a reinventarse a sí mismos en un equilibrio en el que el ciudadano tenga la preponderancia.

Pero el que esa sociedad civil gane la batalla tan solo se puede hacer desde la generosidad en tiempo y en dinero que se esconde tras el poderoso concepto de la donación.

¿Estás ya en ello?

lunes, 25 de junio de 2012

El dinero según Ayn Rand


Una visión diferente del dinero nos la proporciona Ayn Rand, escritora y filósofa estadounidense de origen ruso que escribió entre la década de los treinta y la de los setenta del siglo pasado. Rand es la madre de una corriente filosófica muy influyente en el pensamiento anglosajón pero muy controvertida, llamada objetivismo. El objetivismo sostiene que a la realidad solo se la domina obedeciéndola, que el propósito moral de la vida es la búsqueda de la propia felicidad o «interés propio racional», y que el único sistema social acorde con esta moralidad es el del capitalismo en estado puro.

Quiero compartir algunos párrafos sobre su versión del papel y la naturaleza del dinero aparecidos en su Best Seller, “Atlas Shrugged”, traducido libremente por algunos editores como la Rebelión del Atlas, para algunos el segundo libro más influyente en la cultura estadounidense del siglo XX tras la Biblia. Los párrafos que siguen son una traducción propia del original en inglés.

Entonces, ¿usted cree que el dinero es la causa de todos los males? ¿Se ha preguntado alguna vez cuál es la naturaleza del dinero? El dinero es una herramienta de intercambio que no puede existir a no ser que hayan mercancías o servicios que se produzcan y seres humanos capaces de hacerlo. El dinero es la forma material que adopta el principio de que los hombres que desean tratar con otros deben hacerlo de forma comercial y dar valor a cambio de valor. El dinero no es la herramienta de los pedigüeños que reclaman tu producto a cambio de unas lágrimillas de compasión, ni la de los saqueadores y los burócratas que pretenden arrebatarlo por la fuerza. El dinero solo se hace posible si hay hombres que producen. ¿Es eso un mal?

Cuando aceptas dinero en pago por tu esfuerzo lo haces solo en la convicción de que lo intercambias por el producto del esfuerzo de otros. No son los pedigüeños, ni los saqueadores, ni los burócratas los que dan valor al dinero. Ni todas las lágrimas del océano ni todas las armas del mundo pueden transformar esos billetes de papel que llevas en tu cartera en el pan que necesitas para sobrevivir mañana. Esos trozos de papel, que deberían haber sido de oro, son un símbolo de honor, de tu capacidad de reclamar un pedazo de la energía de las personas que lo producen y lo hacen realidad. Tu cartera es una declaración de la esperanza de que en algún lugar del mundo hay personas que no te fallarán y honrarán el principio moral de la aportación de valor que es la raíz del dinero. ¿Es eso lo que considera un mal?

¿Ha buscado alguna vez la raíz del concepto de producción? Tomemos el ejemplo de un generador eléctrico y atrevámonos a decirnos que fue creado solo por el esfuerzo muscular de personas que no necesitaban pensar. Intentemos ahora hacer crecer una semilla de trigo sin el conocimiento que nos dejaron personas que tuvieron que descubrirlo por sí mismos la primera vez. Intentemos obtener nuestro alimento tan solo por movimientos físicos y nos daremos cuenta de que la mente del ser humano es el origen de todas las mercancías producidas y de toda la riqueza que ha existido en la faz de la Tierra.

Pero, ¿dice usted que el dinero es hecho por los fuertes a expensas de los débiles? El dinero no lo da la fuerza de los músculos o de las armas. La riqueza es el producto de la capacidad del hombre de pensar. Entonces, ¿es el dinero generado por los hombres que inventan un motor a expensas de los que no lo hacen? ¿es el dinero generado por los inteligentes a expensas de los tontos? ¿o por los competentes a expensas de los incompetentes? ¿o por los ambiciosos a expensas de los perezosos? El dinero es generado, antes de ser pasto de pedigüeños, saqueadores o burócratas, por el esfuerzo de hombres honestos, cada uno al nivel de su capacidad. Un hombre honesto es el que sabe que no puede consumir más de lo que produce. …

No comparto muchas de las premisas de la filósofa norteamericana pero es cierto que algunas de sus afirmaciones dan que pensar. En posteriores posts seguiré añadiendo algunas de sus percepciones sobre el dinero y sobre otros aspectos socioeconómicos.